Una calle llevará su nombre

Una calle llevará su nombre

LUIS SCHEKER ORTÍZ
Aquel grupo era selecto. Estaba conformado por personas genuinamente demócratas y comprometidas con mejorar el destino del país y de dar lo mejor de sí en ese sentido. Se aglutinaba alrededor del profesor Juan Bosch que nos prestigiaba con su amistad, convocándonos una vez a la semana en su residencia situada en la Carretera Sánchez Km 10 ó 12, para discutir los graves problemas nacionales y sus posibles soluciones.

Era el período post revolucionario, en víspera de las elecciones del 66, y cada una de esas personalidades, experta en un tema específico, era invitada para exponer sus conocimientos y experiencias presentando un trabajo de equipo que luego sería analizado y ponderado por el grupo en un ejercicio multidiplinario que el Profesor coordinaba y dirigía con su enorme autoridad y sapiencia.

Decía que esa reunión semanal era para él un oasis en su diario afanar, inmerso en una campaña electoral que sabía de antemano que no lo conduciría de vuelta al poder. «Lo que los norteamericanos golpistas no permitieron con las armas, no lo permitirán con los votos», advertía, conociendo la naturaleza y la misión de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) que permanecía ocupando el país, como intruso, por mandato de Washington. Se trabajaba entonces en lo que sería el programa político del PRD, en caso de alcanzar el poder y, de lo contrario, sentar los lineamientos esenciales de una oposición constructiva. De ese grupo de intelectuales se destacaba el doctor Rafael Kasse Acta, activo militante, entusiasta colaborador, agudo analista a quien Don Juan privilegiaba no solo por ser su dentista personal, sino también por su espléndida solidaridad, su vocación de servicio, su humildad y generosidad, méritos en que ventajaba a los demás contertulios.

Su padre (Don Abraham) y mi padre (Luis Scheker) habían cimentado una profunda amistad refrendada por su amor entrañable al Líbano, tierra de sus antepasados, amistad que supieron transmitir fraternalmente a sus descendencias. La mía, de joven, se inicio en las lides beisbolísticas, fascinado con «Tambor Azul» de su dilecto hermano, Emil, y continuó en Rafael, acentuándose por su destacada participación en el Movimiento Renovador y cuando asumió la Rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, protagonizando la lucha por el medio millón en un claro enfrentamiento al régimen represivo y despótico de Joaquín Balaguer, que pretendía estrangularle económicamente y cercenarle el fuero y la autonomía que fueron conquistados.

Tuve la fortuna de compartir con él más de una experiencia inolvidable, cuando encontrándonos en Bulgaria como delegados del Comité Dominicano ante el Consejo Mundial por la Paz, fuimos invitados por el Profesor Bosch para que lo acompañáramos en un viaje que haría a Cuba, invitado por el gobierno cubano que le dio, durante su estadía, el trato de un Jefe de Estado.

Disfrutamos intensamente tanto de esa estadía, como del viaje a Bulgaria, y de la bella ciudad de Sofía, donde pudimos apreciar el avance de un socialismo combatido y satanizado por sus enemigos aún en sus grandes logros sociales.

Rafael Kasse Acta, estudioso de los problemas nacionales, conocedor profundo de los asuntos internacionales y del Medio Oriente fue un infatible luchador por la paz con dignidad y un defensor de los derechos del pueblo palestino frente a la agresión del Estado sionita y sus excesos.

Por ello, a esa amistad sincera, sin dobleces; a ese ciudadano ejemplar, sin mácula; a ese luchador pacifista, sin hora de descanso; a ese político visionario e ímpoluto; al académico; al Rafael anti-imperialista, combatiente y defensor de la verdad y la democracia; al hombre generoso y solidario, le brindo mi postrer y humilde tributo.

El Gobierno Dominicano le honró declarando tres días de duelo nacional. Lo mismo la UASD, el Congreso, su partido y el pueblo agradecido y solidario. En el camposanto, donde fuimos a despedirlo, el ilustre ex Rector de la UASD, Doctor. José Joaquín Bidó Medina me saludó con estas palabras: «Luis, se te ha ido un hermano; también a mí». Ciertamente, la Patria había perdido uno de sus mejores hijos.

Una calle y cada lugar visitado, como cada amigo, honrarán permanentemente su memoria.

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