Una campaña a cuatro voces

Una campaña a cuatro voces

La semana pasada, el Presidente Fernández y Miguel Vargas, presidente del PRD dieron inicio formal y con hechos a sus respectivas estrategias de participación en la presente campaña electoral, pensando ambos en sus proyectos del 2016. El primero con un activismo fuera de todo marco institucional, de espacio y tiempo, y el segundo declarándose fuera de toda actividad de la campaña del partido del cual es presidente. Ah, este país.

En su excelente artículo del domingo pasado, en este medio, Juan Bolívar Díaz calificó esta circunstancia de las  “campañas paralelas del PLD y del PRD” y lo que significan para las aspiraciones de Danilo  Medina e Hipólito Mejía. Cierto es que los dos tienen que cuidar sus espaldas de las intenciones de los presidentes de sus respectivos partidos, pero existe una diferencia sustancial en cuanto a las posibilidades de ambos de lidiar con éxito esta circunstancia.

En el caso de Danilo Medina, es claro que tiene muy poco margen de maniobra y pocos recursos (de todo tipo) para neutralizar las intenciones y acciones de quien ha sido su más enconado opositor a sus aspiraciones: el Presiente Fernández. No suscribo la tesis de que éste desea la derrota de aquél, porque si bien es cierto que la victoria de Medina supondría el fortalecimiento de su liderazgo en el partido, no menos cierto es que eso no necesariamente implica una merma sustancial del de Fernández.

La derrota de aquél en estas elecciones significa el final de sus aspiraciones presidenciales y por cuestiones legales, su eventual victoria lo saca del ruedo para el 2016, pero ni su derrota ni su eventual victoria sacan a Fernández del ruedo. Por eso, poco tiene éste que perder con la suerte que aquél pueda tener en la presente coyuntura, por lo cual no tiene porque apostar a una victoria de Hipólito cuyas consecuencias pueden serle costosas, tanto él como a su grupo.

El problema de Danilo es que tiene que cargar con todo el desprestigio de un gobierno que agoniza y muere en medio de la ineficiencia y la ineficacia, del cual  no supo diferenciarse a tiempo, a pesar de su clara conciencia de que ese era el destino de dicho gobierno. Por esa circunstancia, podría ser víctima de la ley de Murphy: “si algo puede salir mal, antes o después acabará saliendo mal”, es lo sucede en política cuando las decisiones no se toman en el momento justo.

Hipólito tiene el problema que bien señala Juan Bolívar en el citado artículo. Debe cuidarse del presidente de su partido, que si bien ha perdido una sustancial cantidad de partidarios, está investido de la legalidad institucional para negociar importantes cargos en el actual proceso de integración de los tribunales de los poderes judicial y cierta medida legislativo, además de que algunos de sus seguidores pueden tomar el camino del tranfuguismo.

Sin embargo, a diferencia de Danilo, el presidente de su partido no lo tiene agarrado por el pichirrí. Su margen de maniobra es amplísimo y los recursos (de todo tipo) que posee  pueden  limitar los efectos de las “campañas paralelas” que ambos enfrentan.  El tiempo seguirá  hablando.

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