La Policía Nacional está bajo la mirada de todos por acciones indebidas, absurdas, abusivas y criminales; no es extraño. A la Policía le toca, por la naturaleza de su misión, la conservación del orden, el combate contra el delito de cualquier índole, el mantenimiento de la paz, menuda misión.
Hay dos casos recientes muy interesantes: un capitán de la Policía, fuera de servicio, cruzaba por un lugar, vio que asaltaban un negocio e intervino. Los maleantes respondieron disparándole y matándolo. No he visto la protesta diaria, continuada y machacona de los francotiradores, en defensa de la acción de ese oficial, que no es única.
El otro caso es el incidente protagonizado por detenidos quienes, en pleno tribunal, se fajaron a pelear a puños contra los policías que los custodiaban. Ahí se mostró a falta de entrenamiento de agentes que no sabían qué hacer con armas largas en un recinto pequeño. Faltó conocimiento de manual de macana y uso de la culata del arma larga.
La misión se cumple más bien que mal. Los policías juegan a manos peladas y deben obediencia a la ley, los maleantes violan, matan, roban, delinquen, sin dar cuenta a nadie por sus fechorías.
Al policía se le exige estar aseado, con vestidos limpios, zapatos brillosos, templanza, moderación, actuar con la mayor prudencia y respeto frente al ciudadano cuyos derechos deben ser respetados todo el tiempo, comenzando por el momento de su apresamiento cuando no deben ser atropellados ni sometidos a la obediencia con procedimientos inhumanos.
Al policía sí se le exige que cumpla con aquella enseñanza bíblica según la cual si te abofetean debes colocar el otro cachete para que te agalleteen. Así no. Tampoco así.
Cierto, la Policía es y será el cuerpo armado del Gobierno nacional, provincial o municipal, que tendrá mayores encontronazos con la población, es la organización que debe garantizar el orden y respetar y reconocer los derechos de todos. Ese equilibrio es difícil, pero no imposible.
Ese concierto de voces que se levantan para achiquitear la Policía, está integrado por los que más llaman al 9-1-1, o a la central del cuerpo de orden, cuando hay alguna violación a la ley en sus comunidades.
La Policía, pues, requiere entre otras cosas, la comprensión de todos y los policías tienen que saber que aplicar la ley es usar los mejores procedimientos sobre acercamiento, inicio, solicitud de información y documentación legal del ciudadano, el cual debe ser tratado, todo el tiempo, con respeto.
Los policías son personas iguales que las demás, un compromiso de la autoridad que no se ha cumplido, se trata, por ejemplo, de la falta de un entrenamiento intensivo, profesional, de defensa personal y otros.
Maleantes violan, matan, roban, delinquen, sin dar cuenta a nadie
Al policía se le exige aseo, ropa limpia, templanza, moderación…
Más bien que mal, cumplen su misión; requieren de todos comprensión