Una cara de la pobreza

Una cara de la pobreza

La puesta en ejecución por parte del Gobierno de un Plan Nacional de Reducción de la Mortalidad Materna, Neonatal e Infantil hay que interpretarla como un paso importante en la lucha contra la pobreza.

Aunque los decesos de parturientas, recién nacidos y niños en el primer año de vida han disminuido, las cifras siguen siendo preocupantes en una etapa de tanto progreso tecnológico al servicio de la preservación de la vida.

La República Dominicana tiene todavía puntos negros relacionados con la salud en los que interviene la pobreza, no sólo material, sino en todos sus componentes.

El hecho de que en sectores de altos ingresos las tasas de mortalidad materna sean considerablemente muy bajas, a veces hasta cero, y muy elevadas en núcleos muy pobres, indica que, aparte de cuestiones culturales, hay que atacar la fragilidad de las garantías para la vida de las madres y sus crías

Bien merece la pena un esfuerzo que pretenda disminuir en un 75% los niveles actuales de mortalidad materna y en un 60% la infantil, pues se corresponden con la lucha contra la pobreza.

Queda aspirar que el programa iniciado a propósito del Día Mundial de la Salud, que se conmemoró este jueves, contemple un ataque decisivo hacia los aspectos culturales y educacionales que juegan un papel de primer orden en la mortalidad materna, neonatal e infantil.

Con tantas distancias acortadas por esta especie de socialización de las comunicaciones , muchos casos de mortandad materna, neonatal e infantil ocurren por ignorancia de gente que, ante un quebranto de la madre o el niño, no sabe qué hacer en lo que se acude al médico.

Altos de Chavón

Con este nombre se identifican dos extremos muy disímiles de nuestros medios de enseñanza.

Por un lado, la identificación induce casi automáticamente a pensar en un lugar bellísimo, cuna exquisita de enseñanza y exhibición de las artes, enclavado en el Este del país.

Por el otro lado, la foto que exhibiera ayer este diario en su portada nos transporta hacia la antítesis del entorno anterior y nos pone en contacto con las enormes carencias en que se desenvuelve allí la enseñanza.

Un requisito para poder recibir clases sentado en la Escuela Básica Altos de Chavón, de Los Alcarrizos, es llevar su propia silla, lo que refleja la pobreza de este ámbito educativo ubicado a escasos kilómetros de donde «se hacen los cheques».

No hay manera de justificar en estos tiempos que una escuela carezca de butacas suficientes. No hay modo de contener el vuelo de la imaginación, que de una vez nos transporta, llenos de interrogantes inducidas, hacia apartadas comunidades rurales de esta República que identifica con un mismo nombre dos extremos opuestos de la condición social, uno exuberante y bello, de prestigiosa calidad académica, y otro tan agreste y desvalido que hasta niega a sus alumnos una comodidad elemental para el aprendizaje. Surgirá, como siempre, alguna explicación, que habremos de tomar con un granito de sal.

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