Una carta de Jorge Emilio Cordero Espaillat

Una carta de Jorge Emilio Cordero Espaillat

Una carta de Jorge Emilio Cordero Espaillat

La historia se fundamenta en la interpretación personal de hechos ocurridos, pero, en su ideal, apegados a la verdad; y la verdad como tal, está sujeta a interpretaciones. Por lo que la función de una persona que estudia la historia es apegarse a los hechos, observarlos desde todos los puntos de vista y obtener su interpretación de lo ocurrido, siempre basándose en pruebas físicas, documentos y testimonios.

En toda esta polémica generada por su ingreso como miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia, ha surgido en varias ocasiones el nombre de mi padre, Emilio Cordero Michel, por lo que me veo en la obligación moral de responderle.

Para un investigador de la historia como usted, señor Ramiro Matos, no se apega al principio básico en la que se construye el oficio de historiador: la verdad, como se muestra en su carta enviada a la Academia Dominica de la Historia en la fecha 23 de marzo de 2023.

Mi padre si refutó públicamente sus alegatos publicados en el periódico El Siglo de los días 9, 17 y 19 de junio de 1995 (el día 16 de junio de 1995 en El Siglo donde usted no publicó nada referente a Las Manaclas como equívocamente expresa en su carta a la ADH). Por el mismo medio impreso, el día 21 de junio de 1995, mi padre responde categóricamente cada uno de sus alegatos publicados días antes, y se publica una carta enviada al señor Rafael Herrera, director del Listín Diario en el momento, el 27 de diciembre de 1963, desde la Solitaria No. 9 del Palacio de la Policía Nacional, carta que no fue publicada en ese entonces por la tensa situación política y militar del momento y para “evitar mayores inconvenientes al autor”, mi padre. “En realidad no escuché disparos, ni de armas de diferente calibre.

Manuel Aurelio Tavárez Justo

Manolo y el grupo venía a rendirse, traían camisetas y pañuelos blancos amarrados a varitas. Fueron hechos prisioneros; los colocaron de espaldas a un corte de una carretera y allí los fusilaron. Los familiares y personas que fueron a exhumar los cadáveres, han testificado varias veces que las condiciones en que se encontraban esos compañeros: destrozados a balazos; algunos con bayonetazos; otros con un tiro de gracia en la nuca. Mas aún, encontraron innumerables impactos de bala en el corte de la carretera, así pañuelos y camisetas blancas ensangrentadas.

“Repito, no oí disparos…” Cito a mi padre de la publicación del 21 de junio 1995. Tanto en las publicaciones del 1995 como en su actual carta, usted insiste que los únicos testigos de la supuesta emboscada al grupo de Manolo son usted y mi padre, cuando ninguno de los dos estuvo en el lugar. Los verdaderos testigos son los soldados que estuvieron presentes en el hecho, a los cuales sería de interés historiográfico nacional conocer sus nombres y tomar testimonios de ellos. Mi padre le responde con una simple pregunta y lo cito: “…¿quiénes fueron los que le dispararon estando prisioneros, soldados y/o oficiales de la AMD o extraterrestres que desaparecieron?…”.

Si nos apegamos al testimonio del único sobreviviente del frente “Comandante Enrique Jiménez Moya” en Las Manaclas, Manolo Tavárez Justo junto a otros 15 guerrilleros marchaban hacia “El Alto de la Diferencia” con la intención de entregarse pacíficamente, dado a la caída de los otros focos guerrilleros y la falta de apoyo popular, y por la garantía de vida demandada por Manuel Tavares Espaillat, uno de los tres miembros del Triunvirato, por Radiotelevisión Dominicana y cientos de volantes lanzados desde aviones en las montañas que expresaban dicha garantía. Por el mal estado físico en que se encontraban algunos combatientes, se tomó la decisión de que Leonte Shott Michel, Alfredo Peralta Michel, Ramón Martínez (“Monchi”) y mi padre.

Emilio Cordero Michel

Emilio Cordero Michel, marcharan al frente, ondeando banderas blancas en símbolo de una entrega pacífica y avisar de que más atrás venía Manolo con el resto de los combatientes. Unas horas más tarde, los cuatro combatientes mencionados se encontraron con un jeep militar y se entregaron “sin armas y agitando las dos banderas blan

cas”, cito a mi padre en su carta enviada al señor Rafael Herrera el 27 de diciembre de 1963. Los soldados ordenaron a los combatientes a desnudarse y quitarse las botas, y sin miramiento o humanidad, fueron fusilados tres de ellos, siendo mi padre el único sobreviviente. “Bajando prisionero de las montañas de San José de las Matas, escuché las expresiones de la soldadesca: “matar a Tavárez Justo aunque venga con bandera blanca y desarmado!”. No dudé un segundo, que tenían instrucciones superiores de liquidar al compañero Manolo y a todo a quien le acompañase.”
“Deseo aclarar que el grupo de 12 compañeros que quedó detrás del que comandaba, y en el que venía el Dr. Manuel A. Tavárez Justo, también estaba enarbolando banderas y pañuelos blancos. No obstante, todos fueron asesinados porque así convenía a los intereses de los militarotes de la Aviación, quienes están tan acostumbrados a derramar la sangre del pueblo.
Prueba de ello es que al exhumarse los restos de mis 15 compañeros, dos días después, todos los cadáveres estaban desnudos o semidesnudos. Y Sr. director, un guerrillero no combate en paños menores y sin botas.” Cito a mi padre de la carta al Sr. Rafael Herrera, el 27 de diciembre de 1963.
Si esa fue la reacción de los soldados que apresaron a mi padre, ¿cómo se puede razonar un comportamiento distinto en los que interceptaron a Manolo y el resto del grupo? ¿Por qué en las fotografías del momento en que Manolo fue desenterrado aparece sin botas? ¿Por qué los amigos y familiares que subieron a las montañas a desenterrar sus seres queridos dan testimonio de que se encontraban desnudos y con heridas no relacionadas a una emboscada, sino a un fusilamiento o combate cercano? ¿Acaso no son ellos testigos de tan cruel episodio? ¿Cuál es la diferencia entre el pelotón que fusiló a Leonte Shott Michel, Alfredo Peralta Michel y Ramón Martínez y el que “emboscó” a Manolo y el resto de los guerrilleros, si todos estaban bajo su mando? No estoy “novelando”, solo generando las preguntas necesarias para esclarecer un hecho histórico.
Soy el hijo menor de mi padre, y en 40 años continuos junto a él, y ser la única persona que estuvo a su lado al momento de su muerte y escuchar sus últimas palabras, hasta su último respiro fue un hombre valiente, aceptando su inminente muerte con gallardía y con su peculiar sentido del humor. Por lo que personalmente rechazo que la actitud de mi padre, al ser apresado y llevado a su presencia, sea de cobardía o preocupación por su integridad física. Para el día 21 de diciembre de 1963, en el momento que era apresado, su hermano, mi tío, José Ramón Cordero Michel, había muerto 4 años antes en la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo; muchos de sus amigos, tales como Rafael Mieses Peguero (“Cocuyo”), Antonio de la Maza, entre muchos otros, habían sido víctimas de la tiranía truijillista; y a escasas horas, sus primos Leonte Shott Michel, Alfredo Peralta Michel y su amigo Ramón Martínez fueron cruelmente fusilados a su lado; por lo que pudiera asegurar que mi padre en esos momentos se encontraba aturdido, conmocionado y posiblemente en shock, pero nunca temeroso, o peor, como usted expresa irreverentemente en su publicación del 19 de junio de 1995 en El Siglo: “…atemorizado porque en ese momento le habían matado a unos cuantos compañeros. No es verdad que este hombre tuviera conciencia de lo que estaba haciendo, temblando, muerto de miedo, virtualmente se ca… en los pantalones, y no uso otros términos porque no dedo decir en un periódico las condiciones en que se encontraba”. Para un hombre que se expuso a la muerte en muchas ocasiones, entrenamientos militares en Cuba, organización de células antitrujillístas, encarcelamiento y exilio, el hecho de temer a su muerte, más allá del sentimiento esperado de desolación e incertidumbre que debe provocarse al estar segundos antes de morir, no creo que mi padre se encontrara “temeroso de su destino”, pues él sabía a lo que se exponía. Creo que su impresión sería muy distinta, si en ese momento y situación mi padre no hubiese estado esposado, usted no estuviera armado y estuviesen ambos solos en una habitación. Pero no fui testigo y no quiero pecar al “novelar”.
Es comprensible la antonimia existente entre un militar, que lucha por órdenes y apegado a un concepto de “defender la Constitución de la República, al gobierno que se encuentre dirigiendo el país en ese momento, sea quien sea”, y cito sus palabras señor Ramiro Matos; y un guerrillero que lucha por ideales y un deseo innato de rectificar el curso de la historia de un país inmerso en el caos político, con la única meta de lograr la libertad pura y sencilla del pueblo dominicano. Pero que esto no sea justificación para querer pasar por alto a la verdad.
En honor a su interés por la historia y su frase “cuando escribía que la historia se renueva constantemente, que la historia se hace con documentos, sin ocultar los saltos o vacíos que regularmente y sin querer son omitidos, quizás por falta de tiempo. Lo que pretendemos es sumar, agregar o aportar algo a lo ya escrito”, Mayor General Ramiro Matos González, sería un aporte inmensurable a la historia dominicana y el estudio de Las Manaclas, que usted ayude a explicar que pasó con el diario de campaña de mi padre, del cual fue despojado con su arresto en Las Manaclas, y que él mismo lo responsabilizó a usted de su paradero. El 21 de diciembre de 1999, en una carta dirigida al General Manuel de Js. Florentino, Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas en el momento, mi padre le expresa su deseo de recuperar dicho diario; misiva respondida el 14 de enero del 2000 por el Teniente Coronel Antonio Jacquez López, Oficial de Relaciones Públicas del Ejército Nacional en el momento, invitándolo a una reunión con el Mayor General José Noble Espejo, Jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional en el momento. Lamentablemente no tengo más documentación que me brinde los resultados de dicha reunión.
Finalmente, reitero el conocimiento de los nombres de los soldados involucrados en la supuesta “emboscada” o fusilamiento de Manuel A. Tavárez Justo (“Manolo”) y sus compañeros, pudiera esclarecer esa marca indeleble que manchó la historia dominicana y convirtió a hombres en héroes, convicciones en ideales y sangre en abono para la libertad del país.
Jorge Emilio Cordero Espaillat
Adjunto: Recortes del periódico El Siglo del 21 de junio de 1995: “Emilio Cordero Michel: responsabiliza a Ramiro fusilamiento Manolo” “En carta 27 diciembre de 1963: Michel relata últimas horas de la guerrilla” Carta original de Emilio Cordero Michel a Rafael Herrera, 27 de diciembre de 1963. Escrita desde el Palacio de la Policía Nacional en cartones de cigarrillos y papeles de alimentos enlatados.