Una carta para la agenda-país

Una carta para la agenda-país

La preocupación de los obispos, expuestas en un mensaje a propósito del 165 aniversario de la independencia nacional, abarca una gama temática que  debe asentarse entre las principales prioridades  de la agenda nacional.  La violencia general, la física y la que se ejerce contra prerrogativas individuales y sociales, la corrupción administrativa, la degradación institucional, el narcotráfico y su indetenible penetración en todos los estamentos, la impunidad oficializada por vía del indulto, las ejecuciones disfrazadas de intercambios de disparos, entre otras cosas, constituyen la peor perturbación que pueda enfrentar  un país como el nuestro.

Los obispos llaman la atención sobre la pérdida de credibilidad pública que afecta a la autoridad oficial por no hacerle frente a males como la proliferación de permisos para porte y tenencia de armas, las debilidades del Código Procesal Penal y las precariedades que limitan la capacidad operativa del Ministerio Público y que alimentan en el seno de la sociedad la tendencia a hacer justicia por medios propios. Hacen especial hincapié en las causas de la violencia, las desigualdades sociales y económicas y todos los ingredientes que deterioran la unidad de la familia. Es, en fin, un mensaje sin desperdicios que las autoridades en particular y el país en general deben hacer constar entre las prioridades de una agenda que pretenda el rescate del país.

Corrupción:  el único gran mal

En la carta de los obispos está señalado el único gran mal de toda sociedad, la corrupción. Probablemente es este mal el origen de todos los demás males, pues propicia toda la inequidad y la irregularidad en la marcha de las instituciones públicas y las entidades privadas. El probable que combatiendo ese único mal se mata en el embrión todos los otros males que generan pobreza por inequidad en todos los sentidos.

La corrupción es, por demás, el mal más resistente y persistente. Esta característica explica la frustración que siempre ha invadido a entes oficiales como el antiguo Departamento de Prevención de la Corrupción (Depreco) y el actual Departamento de Prevención de la Corrupción Administrativa (DPCA). Cuando se ataque la corrupción en sus raíces, como aconsejan los obispos y otros sectores representativos de la sociedad, el país marchará hacia la consolidación de sus instituciones  y hacia la cura de todos sus males.

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