UNA CARTA
Diez segundo después de leer a “Medalaganario”

<STRONG>UNA CARTA<BR></STRONG>Diez segundo después de leer a “Medalaganario”

El poeta dominicano don Pedro Mir, le escribió una carta el 17 de febrero de 1980 al escritor y crítico, Jacinto Gimbernard. Terminaba diciendo “Esto es un borrador que no he querido pasar en limpio para no alterar una sola palabra. Vale”. Un borrador que él no quiso alterar y  Areíto tampoco.

Querido amigo:

No han pasado diez segundos de la lectura de tu libro. Le había destinado dos sesiones pero hice todo el recorrido sólo en una.

Encontré desde el primer instante un derramamiento tan intenso de ternura, un calor humano, una disposición tan profundamente comprensiva de la naturaleza del hombre, que me sentí arrastrado hasta el increíble final.

No pude serenar la lectura para apreciar los méritos literarios del trabajo.

Dejé de preguntarme si se trata de una novela, de una biografía, de una autobiografía o de una crónica.

Leí, leí inconteniblemente, identificándome con aquella criatura y asombrándome a cada instante de tu franqueza, de tu valentía, de tu extraña independencia dentro de la dependencia.

Una que otra vez me quejé íntimamente de la ausencia de algunos detalles. Quise conocer la tragedia del alcohol en el seno de la familia, porque revela una profunda herida. Quise igualmente conocer el destino de la “Optimus”, que en algún momento me recordó la “máquina” del Siglo de las Luces de Carpentier.

Quise saber cómo Gimbernard se estableció como una personalidad triunfadora en su medio, hasta el punto de afectar el pensamiento de Conchita cuando era cortejada. Iba queriendo cosas cuando sobrevenían otras. Y   leía, leía… Cuando por fin llegó el fin anunciado, pensé que no había que agregar una palabra más. La obra tenía el ritmo justo y cumplía con sus objetivos. Era como una conversación con el personaje. Era como decirle: “Te amaba porque te comprendía. Eras, simplemente eso, la verdad del hombre. Eras un testimonio vivo del alma humana, una materialización de la espiritualidad y de la ternura con sus tremendas contradicciones y violencias”. Creo, pues, que es un libro hermoso y profundo. Un libro para ser comprendido y amado. Debes estar satisfecho aún en el caso de que tú fueras la única persona que quedara satisfecha.

La otra persona sería yo. Pienso de esa manera porque he terminado con la curiosa sensación de que el libro fue escrito exclusivamente para mí. Si esa sensación se la produce a otros, la vida del viejo Gimbernard resultará eterna. Y no es poco pedir..

Te quedo hondamente agradecido.

Pedro Mi.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas