Maestro de la manipulación, viste de santo cualquier engendro. Puede hacer, con sólo una frase, que un proyecto interesado se convierta en lo que todos andábamos reclamando.

 De ahí que un paquete fiscal que tiene como finalidad cumplir con las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) sea de repente el instrumento para “dar cumplimiento al ardoroso clamor social que propugnaba por una mayor inversión en educación”.

Esto pasa aunque en reiteradas ocasiones  los funcionarios del área económica, desde Temístocles Montás hasta el otrora ministro de Hacienda, Vicente Bengoa, repitieran hasta la saciedad que no habría ninguna reforma durante lo que quedaba de este gobierno. Pero llegó. Y comienza gravando los juegos  de azar, lo que a mí francamente me da igual porque lo único que me juego es el pellejo en las calles desordenadas de esta ciudad, y termina penando hasta la televisión por cable.

Más terrible aún es la parte bancaria porque nos cobrarán más por préstamos y comisiones pero nos pagarán menos por lo que tenemos ahorrado (nuestros chelitos valdrán menos). Eso llega justo cuando los empresarios se niegan a hacer un aumento general de salarios.  Como siempre, el dardo termina cayendo sobre la clase que trabaja, paga y pena pero no recibe nada a cambio. Esa que no tiene parábola ni inversiones inmobiliarias y guarda sus chelitos en el banco con la esperanza de poderse comprar una casita. Pero es también la clase que tiene que escuchar que todo es su culpa. A la que le dicen: tú reclamaste, paga. Qué bonita forma de fastidiarla.