Una ciudad artificial frente a Andalucía

Una ciudad artificial frente a Andalucía

MIGUEL AQUINO GARCIA
Las excentricidades que en ocasiones se suelen escuchar por estas tierras preñadas de historia con sabor a casabe, a flechas y a plumas, permiten que a uno no se le agote nunca la materia prima que alimenta cierto humor indígena. Porque veamos y analicemos, a ver si comprendemos. El renombrado arquitecto Ricardo Bofill de nacionalidad española pero de fama internacional, dado el calibre de su demostrado talento y capacidad creativa, al honrarnos con su visita al país presentó al gobierno un proyecto para la construcción de una ciudad artificial frente al litoral sur de la ciudad capital, -la cual tiene el mérito de alojar al menos parte de los restos del Almirante Cristóbal Colón-, pretendiendo que esa ciudadmar de alguna forma se considere una extensión de la ciudad primada de América.

Dicha ciudadmar sería un centro comercial, residencial, de enlace internacional y de atracción turística, todo lo cual justificaría su creación. Sin embargo, insistimos en que a nuestro entender dicho proyecto deja varias preguntas sin contestar ¿por qué razón es necesario tapar la mar para construir sobre terreno artificial lo que se puede hacer en tierra firme o en islas adyacentes al territorio nacional? ¿no es tal proyecto por definición violatorio de la armonía ecológica que demanda la preservación de la naturaleza y su descontaminación?

Puesto que dicha construcción bloquearía para siempre la perspectiva visual de la mar desde la ciudad colonial, trastornando permanentemente el contexto geográfico en que vio nacimiento la primera ciudad del nuevo mundo, declarada ya por la UNESCO patrimonio de la humanidad (en su estado original, sin añadiduras artificiales) ¿por qué razón hay que inventarse otro pedazo de ciudad en terreno artificial, cambiando de hecho su significado histórico?, y como la enorme porción de mar sobre la cual se ejecutaría esta construcción sería cedida por el gobierno a la empresa extranjera a cargo de dicho proyecto, y esta a su vez ejercería sobre la misma un estricto control de tránsito en la misma, más aún del que se aplica a otros resortes turísticos, ¿no constituiría esto un enajenamiento de la soberanía nacional?

Tratando de explicarnos el porque semejante iniciativa había llegado»virgen» a estas tierras, ya que la construcción de muy escasas y pequeñas ciudades artificiales en otras latitudes no han surgido de inspiración histórica, sino de argumentos prácticos habitacionales que no se aplican al proyecto de marras, nos preguntamos entonces con el debido respeto, por qué razón el renombrado arquitecto no había propuesto similares proyectos por ejemplo en su país natal, en la histórica madre patria, un país todavía eminentemente turístico a pesar de su creciente despegue industrial. Para justificar un proyecto similar en España desde una perspectiva básicamente histórica, Bofill podría usar incluso el mismo argumento que le motivó a presentar su proyecto al gobierno dominicano, la presencia en Andalucía de parte de los restos de Cristóbal Colón, en una ciudad eminentemente histórica como Sevilla.

La construcción de una ciudad artificial en el océano Atlántico justo frente a la región de Andalucía, podría tener incluso la misma visión cosmopolita que se le anticipa a la propuesta ciudad artificial frente a Santo Domingo, pues la misma podría servir de enlace aéreo turístico para toda España, con docenas de Yates turísticos enlazando la ciudad artificial con tierra firme, desde donde visitantes en organizados tours seguirían su recorrido hasta Sevilla, ubicada a unas 50 millas de distancia de la mar, para observar allí no solo los restos del Almirante sino las joyas históricas de esta antigua ciudad, o bien podrían trasladarse primero los restos del Almirante desde Sevilla a la igualmente histórica ciudad de Cádiz justo en la costa, frente a la cual se situaría la propuesta ciudadmar. Balaguer ya demostró que los restos de Colón no oponen resistencia alguna, en acometer históricos traslados.

Pero sucede que cualquiera que haya vivido en España y conozca la fervorosidad, sentido de protección regional y amor por la naturaleza de los españoles, adivina de inmediato que tal megaproyecto de hormigón armado sería allí una idea intrusa y natimuerta, se percibiría como atentatoria a tantas cosas juntas, que el proponente de la misma pronto tendría que buscar resguardo, acosado por las advertencias de preocupados Sancho Panza de la región quienes alborotados insistirían en hacer capitular las ocurrencias del moderno Quijote. Si señor, me parece oír ya el rumor y la furia pública por toda Andalucía protestando la idea de que le van a venir a tapar el mar en nombre del turismo, o a seguir fastidiando con los restos del Almirante al cual ya le han pinchado hasta los genes del ADN, para que no haya duda de que se trata de él, y no de otra quijotada. Pero el lector puede sentirse tranquilo y dar por seguro de que no habrá ciudad artificial en Andalucía ni en ninguna otra parte de España. En cambio por estas tierras de Guacanagarix nunca se sabe compadre, nunca se sabe…

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