Una ciudad más humana

Una ciudad más humana

El prolongado descanso laboral de Semana Santa devolvió a la Capital de nuevo un extendido ambiente de tranquilidad absoluta. Es historia ya contada.

El preámbulo sin embargo me sirve de motivación para dejar caer algunas ideas.

Cuantos prefirieron el sosiego, aquellos que optaron por disfrutar de la mansa Santo Domingo, han podido advertir la enorme distancia existente entre una bulliciosa Capital que rompe todas las normas de prudencia y respeto, y la otra que se nos presenta a la vista despejada y serena, aún con sus parejeros aires de modernidad en ciernes.

Reconozco la imperiosa necesidad que tiene la población satélite de acudir a la ciudad a comprar y ofertar bienes y servicios.

Admito que la economía informal se mueve al compás de un mercado de consumo que fácilmente alcanza los cinco millones de almas.

Ese movimiento poblacional ha sentado raíces en una ciudad que ha crecido desordenada, carente de regulaciones, y en la que se dan las más sorprendentes violaciones a leyes y ordenanzas municipales.

No sólo se trata de que motociclistas y taxistas circulen como si estuvieran exentos del respeto a las regulaciones, sino que desafían a las autoridades con el mayor desenfado.

Son muchos los conductores que emulan a esos impenitentes violadores, y tampoco nada pasa.

La ciudad requiere de un reordenamiento, que se hagan cumplir sus leyes, y que se erradique todo elemento perturbador de la paz ciudadana.

Los habitantes del Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo anhelan entornos más humanos, habitables y respetuosos.

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