Una ciudad para vehículos

Una ciudad para vehículos

Tahira Vargas García

Cada semana dedico uno o dos días a caminar por la ciudad de Santo Domingo con recorridos de varias avenidas, calles y callejones de este-oeste y sur-norte.

Lamentablemente el Distrito Nacional (demarcación territorial donde resido) es muy hostil para las personas que caminan o “andan a pie”. Muchas personas no cuentan con recursos para pagar transporte público o se movilizan desde las paradas del Metro, autobuses o carros públicos hacia sus trabajos y otras actividades caminando. Estos recorridos son riesgosos, la ciudad no ofrece las condiciones para caminar y las intervenciones urbanísticas que se realizan priorizan facilitar el tránsito vehicular, no el del “ciudadano-ciudadana de a pie”.

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Algunas de estas barreras son:

Alta contaminación ambiental debido al continuo corte indiscriminado de los árboles o su mutilación. Muchos países promueven el modelo de “Ciudad Verde” “Ciudad saludable” “Ciudad salvaje”. Nosotros caminamos en sentido contrario hacia una ciudad vehicular y contaminada. No contamos con árboles suficientes para el flujo de oxígeno requerido para nuestra salud.

Ocupación de aceras por distintos tipos de negocios y torres de apartamentos. Aceras privatizadas por los negocios que venden vehículos (dealers), talleres de mecánica, colmados, torres de apartamentos, instituciones educativas que han extendido sus parqueos hacia las aceras. Las aceras están en proceso de extinción.

Violaciones del derecho al paso del “peatón”. No se reconoce el derecho del “peatón” a transitar, no se le da paso y existen muy pocos semáforos para peatones.

Deficiencias en iluminación y señalización de calles y avenidas. Muchas calles, callejones y tramos de avenidas con escasa iluminación facilitan robos y atracos, aunque estos ocurren igualmente en las tandas matutinas.

Cerco y encerramiento de algunos parques públicos convirtiéndolos en espacios sin libre acceso para la población caminante, en situación de calle, con condiciones de discapacidad, adultas mayores y niñez. Todos los parques deben ser (como ocurre en otras ciudades de la región) espacios abiertos de protección y acogida para todas las personas sin discriminación social. Ausencia de facilidades de acceso para las personas con condiciones de discapacidad y adultas mayores.

Los contenes, aceras, intersecciones de avenidas y calles, la ciudad en su conjunto no toma en cuenta la realidad de las personas con alguna condición de discapacidad, adultas mayores y la niñez.

Las ciudades de nuestro país requieren intervenciones urbanísticas que fomenten la inclusión, la arborización y la movilización por medios que disminuyan la emisión de dióxido de carbono como caminatas, patines, monopatines y bicicletas. Igualmente, que tomen en cuenta la realidad de los grupos más vulnerables y sus derechos desde condiciones amigables para personas con condiciones de discapacidad, adultas mayores y niñez.