Una ciudad por amor a la Navidad

Una ciudad por amor a la Navidad

POR FÁTIMA ALVAREZ
No existe mejor época del año para retomar los sueños como la Navidad. En estos días, en que la violencia y la falta de unidad familiar han arropado nuestra sociedad, la Navidad nos da un espacio, un respiro para la paz, para la unión, para retomar todo aquello que dejamos atrás por las prisas, las urgencias de llegar, los afanes de conseguir…

Una de las más hermosas manifestaciones de unión familiar nos la proporcionan la instalación de los belenes o nacimientos, que logran convertirse en una vía para acercarse, para reír y compartir sueños como quizás no lograron hacerlo en los anteriores once meses.

Martina Portalatín fue de las que soñó. Nacida y criada en San Francisco de Macorís, Martina vivió una infancia feliz en la que la Navidad cobraba un valor insospechado, convertía en una mágica espera esos días fríos en temperatura y cálidos en afectos.

Fue con esos sueños con los que creció y con los que formó familia y crió sus hijos, y junto a ellos, inició la tradición de colocar en su hogar un hermoso nacimiento que con el paso de los años se convirtió en una enorme ciudad en la que, si se arrima el corazón, pueden escucharse las risas de los niños jugando, los reclamos de las madres, el trabajo de los repartidores y la música de los tiovivos.

Martina supo, con la ayuda de las personas de su casa, conjugar a la perfección dos tiempos, dos historias, dos tradiciones: una, el nacimiento de Jesús; otra, la cotidianidad de una ciudad. Una, la vida en la tierra del hijo de Dios; otra, la diversión que se genera en torno a la etapa invernal en una ciudad cualquiera.

MARTINA PORTALATÍN, ARQUITECTA DE UNA CIUDAD DE SUEÑOS

Aunque inició la tradición desde hace nueve años, Martina Portalatín ha hecho que cada nacimiento sea un acontecimiento diferente, ya que con el paso de los años ha ido agregando elementos a «su» ciudad. Ora un parque donde los niños juegan, ora un ayuntamiento donde se verifican los actos cotidianos de la ciudad; ora una iglesia donde se manifiesta la divinidad de la redención.

De sus viajes a otros países ha coleccionado casas y detalles de Estados Unidos, Guatemala y Ecuador. En su natal San Francisco compró un par de iglesias en vitral, elaboradas por un arquitecto dominicano que trabaja esta técnica. La luz que se irradia a través de sus coloridos cristales, aporta un elemento «divino» a la ciudad.

«La idea surgió cuando al visitar a una pareja cubana radicada en Miami, descubrimos un hermoso nacimiento en su casa y así comencé a crearlo. Lo inicié con la idea de agradar a mis hijos. En principio, por mi trabajo de tecnóloga médica, me tomaba un mes o mes y medio instalar el nacimiento; hoy, que ya no trabajo, me toma unos 15 días», dice Martina, quien asegura que cada nacimiento es un proceso creativo diferente que le sirve de soporte a su condición de arquitecta frustrada.

«Tengo que tomar en cuenta detalles como el diseño de las casas, el tamaño y los elementos del entorno. Al terminar, la casa se convierte en un ir y venir de familias, amigos y vecinos que llegan hasta nuestro hogar a compartir un jenjibre y a disfrutar de las luces del nacimiento».

«Esto me recuerda mi niñez. Cuando una se cría en un pueblo es más inocente. A mi mente vienen los buenos recuerdos de cuando éramos niños y como todos llevamos un niño dentro, continúo disfrutando esos momentos».

Martina Portalatín dice que sería interesante que las personas que disfrutan instalar nacimientos se unieran para darle a los niños la posibilidad de disfrutarlo, de igual manera que ella lo hizo cuando era niña.

«Siempre pasamos la Navidad en familia, en compañía de mis padres y mis hermanas. Había mucha unión familiar y eso fue lo que transmití a mis hijos Amhed, de 20 años; Angela Virginia de 18 y José Adolfo, de 15, junto a mi esposo José Adolfo Herrera».

«Me siento bien cuando una persona aprecia este trabajo, me agrada que vengan a verlo. Siempre he sido una persona a la que le gusta tener gente en la casa; con la familia, siempre tenemos un motivo para hacer un can», puntualiza Martina Portalatín mientras nos reitera la importancia de que dejemos en los corazones de nuestros hijos una gota de esperanza, de fe en el porvenir, de lucha por los sueños que se logran con los detalles del día a día y con encontrar en las diferentes épocas del año un espacio para el reencuentro familiar.

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