“Ser joven y no ser guerrero y guerrera es una contradicción hasta biológica; por eso les digo: Sean guerreros y guerreras, amen a su patria, amen a su pueblo, amen la naturaleza, amen a su familia, amen a sus semejantes. Eso es la cuarta transformación y siempre se lleva en el corazón”. En esta frase, la presidenta de México Claudia Sheinbaum Pardo, está parafraseando un enunciado hecho por Salvador Allende en la ciudad de Guadalajara en 1972. Me llamó mucho la atención la palabra “amen” del verbo amar, casi formando un polisíndeton que da fuerza y exalta el valor de dicho enunciado.
Quiero aclarar que este artículo no es para defender ideologías políticas -la izquierda o la derecha- mi intención es ver una inclinación hacia una transformación en la sociedad dominicana, y la mejor forma para generar cambios en el Estado es vivir de forma intencional practicando el amor y usándolo como el arma más poderosa de todos los tiempos. Mi otra intención es identificar los elementos necesarios para que emerja una real transformación en el pueblo dominicano. Dejar de pensar y no soñar en una transformación es una antítesis en una sociedad que se declara religiosa, cristiana y con deseos hacia lo mejor.
El liderazgo convencional y el emergente se encuentran en una disyuntiva sociopolítica y hasta teológica y, sin saberlo, siguen utilizando las mismas herramientas que por años han producido los mismos resultados. Empleamos frases impresionantes, celebramos simposios con imágenes motivadoras y efectos que nos sensibilizan hasta el punto que nos ponen a llorar. Queremos transformar usando frases de Carlos Marx, de Max Weber. Otros tratan de despertar la conciencia a través de las vivencias de Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Lee Kuan Yew, Winston Churchill, Abraham Lincoln, Simón Bolívar, Juan Pablo Duarte, Fidel Castro; y estoy convencido que esta lista de héroes y reformadores podrían ser interminables pero también cuestionable. Cada sector desea ganar, queremos identificarnos y fusionarnos con algunos de esos héroes que ya desempeñaron su papel protagónico, dando sus vidas por una causa existencial y sociopolítica.
Te invito a una contemplación integral, que respiremos, dejando a un lado las inseguridades e inclinaciones partidarias, y hagámonos un examen con preguntas pragmáticas que nos lleven a una ética utilitaria, dándonos resultados visibles, medibles y satisfactorios, preguntas cómo: ¿Qué propósito nos inspira y nos energiza a ser parte de una estructura política?, ¿Qué legado deseo dejar a las próximas generaciones?, ¿Realmente deseo transformar mi país o anhelo ocupar espacios cargados de aplausos de adulones que sirven como materia prima y andamios para construir mi frágil identidad debido a una corta visión de la vida y de mi liderazgo?
La contradicción biológica es solo una frase, pero la práctica y la ética basada en el amor tangible es transformación. Es cierto que debemos amar el país, amar a nuestros semejantes, a nuestras familias, “y que debemos ser guerreros defendiendo lo que creemos que es la verdad”, pero esto no se logra con ideologías y estrategias pecaminosas, se necesitan hombres y mujeres evolucionados, maduros, dispuestos a perder para ganar.