Una cuestión de cargas

Una cuestión de cargas

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO
Filosofando barato, no hay cosa que se parezca más a la conducción del Estado Dominicano que la conducción de cargas por nuestras carreteras. Como la Filosofía tiene mucho de Historia, pues se nutre en parte de ésta, históricamente el origen de la conducción del Estado en nuestro país viene de una frase celebérrima de algún Sócrates desconocido de los que abundan por entre lomas y ciudades, y que reza: “la carga se arregla en el camino”.

Semejante máxima nos ha acompañado a todo lo largo de la historia  del país, acompañando además nuestra construcción filosofal. Significa ésta que, aunque las cosas salgan mal al principio andando el tiempo se arreglará. Es decir, esta es una máxima que choca de frente con otra (quizás más antigua y sabia) que dice: “árbol que crece torcido jamás su tronco endereza”.

Entonces, ¿que ocurre con nuestras cargas? Simple, que llegan a su destino tan mal como salieron, quizás peor, porque llega menos, y normalmente averiadas, porque muchas veces beneficia la avería al transportista.

Una carga en transporte es como una obra en construcción, al igual que una obra en construcción es como un Estado en proceso de organización. Durante nuestra historia es ya normal que una obra iniciada por un gobierno anterior nunca es de la simpatía del gobierno que le sigue, por tanto no es continuada. Es como una carga que, dejada para arreglarla en el camino continuará con su camino, torcida, o nunca llegará a su destino.

La carga de la foto, por ejemplo, es una muestra de nuestras cargas mal dispuestas y que nunca se arreglan, por largo que sea el camino. Un camión cargado de cartón y papel de desecho prensado atraviesa la ciudad soltando a golpes de viento pedazos de su carga. Va ensuciando la ciudad, contraviniendo las normas de transporte de cargas, violando la ley 64-00, violando las regulaciones del ayuntamiento y constituyendo una agresión a toda la ciudadanía que ve cómo le cae encima la basura que suelta.

El ordenamiento que debe regirlo es una carga que supuestamente debe ser arreglada en el largo camino de nuestra organización como nación. ¡Pero qué largo ha resultado ese camino!

¿BASURA PRIVADA?

Esta es otra carga interesante: un camioncito lleva una carga de basura cubierta con una lona, la que permite una abertura “para que la basura respire”. Y naturalmente, al respirar va dejando una marca a lo Hansel y Gretel por el camino.

Aquí tenemos otro parecido con el Estado Dominicano. Los gobiernos van dejando una huella de malos trabajos, obras defectuosas, construcciones inconclusas, estructuras infuncionales, edificaciones llenas de vicios de construcción y una historia de sobrevaluaciones que espanta.

Pero también es la huella de empresas privadas que se asocian al Estado para sacar el máximo con la mínima inversión. El Plan Renove es una muestra de tantas. Y es ahora una carga que no será posible de arreglar en el camino, lo mejor sería tirarla por la barranca, pero con todo y protagonistas, que son bien conocidos.

Pues este camioncito también iba soltando lo suyo en cuestión de desperdicios, lo que nos da otra ilustración sobre el manejo de las cosas en la República Dominicana.

Si bien se ordena que las cargas vayan cubiertas para evitar desparramarse, caerse, contaminar o causar otros inconvenientes a la ciudadanía, ocurre como ocurre con muchos dictámenes oficiales. En el caso del camioncito se coloca la lona para cumplir con la ordenanza, no para evitar que la basura vaya desparramándose. En el caso de las leyes y ordenanzas las cosas se hacen solo en apariencias, para evitar una multa, para conseguir una aprobación, para obtener un permiso o una certificación. Nunca para cumplir con el mandato real: evitar daños colaterales o molestias a la población.

UNA CARGA DEMASIADO PESADA

Esa que ven en la foto es una de las cargas más pesadas y más amenazantes, evidentemente. Sin embargo, la única seguridad que se le supone a este transporte es el hecho de que “las rocas son tan pesadas que es probable que no se caigan”. No obstante, se han caído.

Ahora. Imaginen una patana de éstas tomando una curva y un peñón de esos agarrando un deslizamiento para ir a parar al pavimento, justo por donde viene un camión cargado de galones de aceite comestible, que al chocar con el peñón se van a desparramar por la pista rompiéndose cantidad de ellos. El aceite hará patinar a muchos otros vehículos, entre ellos otro camión cargado de harina de trigo, que al descarrilarse va a tirar cantidad de sacos que al romperse crearán una nube de harina que impedirá que los conductores de los vehículos que vienen vean qué es lo que ocurre.

Pero como ya la gente se dio cuenta del desparramadero de galones de aceite se ha lanzado a la pista a agarrar “su” galón, porque ya tirados en el suelo son del que los coja, según la filosofía del dominicano. Naturalmente, con la nube de harina -y creyendo que es humo- los que vienen no ven a la multitud recogiendo galones, y se suman al caos aplastando gente y galones, que a su vez riegan más aceite y se pone mejor la fiesta con los vehículos que van llegando a la patinadera.

Entre esos vehículos llega un camión cisterna lleno de gasolina, que al patinar se va de lado, vuelca y desparrama el combustible, el cual se incendia con las chispas del arrastre de fierros por la pista. La quemazón de aceite y harina dispersa un olor a panadería que llama más personas que piensan que es una distribución del gobierno, y al ver el fuego y oír las explosiones de los galones de aceite y tanques de combustible concluyen que -como ya ocurre en todas las celebraciones- son fuegos artificiales, y también se meten a buscar lo suyo.

En tanto, siguen entrando a la barahúnda carros y motoconchos que solamente se enteran de la cuestión cuando ya no pueden salir y el fuego los ha purificado de cuerpo entero.

Lo más interesante es que la patana de los peñones ya ha llegado a su destino sin saber el lío que dejó armado kilómetros atrás. Y cuando el dueño de la carga echa en falta que le falta una pieza, el chofer no encuentra otra excusa que, “seguro me la robaron en el camino. Ya estos ladrones no respetan ni a las piedras”.

CARGANDO ARENA Y GRAVAS

Cargando arena y gravas estos camiones van triturando poco a poco la autopista “6 de noviembre”, eso ya lo dijimos. Pero en estos días la trituradera sufrió un espanto cuando la Policía Ambiental apresó a muchos de esos camiones y choferes en franca violación a la ley ambiental, la 64-00, en relación con la extracción ilegal de materiales de los ríos y la conducción de materiales fuera de los horarios establecidos.

Por lo general la gente cree que estos operativos son pasajeros. Es decir, que se realizan una vez y luego se discontinúa la vigilancia. Pero parece que no va a ser así esta vez. La Policía Ambiental ha dispuesto el establecimiento de vigilancia permanente en sitios claves de las carreteras para el control de estas cargas y evitar que se extraigan materiales de los lugares prohibidos.

Ahora, la pregunta del millón de dólares es la siguiente: ¿En cuales de los ríos se permitirá la extracción sin que sufran daños? Los ecologistas pensamos que cualquier extracción en cualquier río siempre va a hacer daño.

Por otro lado, la pregunta del millón y medio de dólares por parte de los areneros sería la siguiente: ¿Y si no es de los ríos de dónde se va a extraer arena para la construcción?

Para esta última pregunta los ecologistas tenemos una respuesta, la de los dos millones de dólares: ¡De los cauces antiguos!, como los que surcaron las planicies de Azua, donde hay arena de la mejor calidad para minar y sacar hasta el año 3000. Lo que ocurre es que los mineros de arena no quieren pagar lo que cuestan esos terrenos, y prefieren sacarla de los ríos porque supuestamente no son de nadie, cuando en realidad pertenecen a toda la nación, y es toda la nación la que pierde con ese tipo de extracción.

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