Una decisión de justicia
social y profesional

Una decisión de justicia <BR>social y profesional

Una clase profesional languidecía desde hace años, cuando los políticos encumbrados en el poder habían optado por la opción de que todas las obras del Estado se otorgaran de grado a grado, o en supuestas concesiones, de manera que la clase  se sumergía en la desesperación de no ejercer su profesión o convertirse en asalariados de las empresas que dominaban el mercado de las obras oficiales.

Desde hace poco menos que una década, las empresas que controlaban el grueso de las grandes construcciones y de las medianas no eran más de diez y sobraban dedos de las manos. Todo se concentraba en manos de los contratistas favoritos de los políticos que aseguraban jugosas comisiones y marginaban por completo a la clase profesional  cobijada en el CODIA.

La decisión del gobierno de llamar a sorteo a los ingenieros y arquitectos para participar en la construcción de nuevas escuelas fue muy acertada, y conveniente políticamente. La desesperación de los profesionales para participar en los sorteos se puso de manifiesto por la masiva presencia  de una clase hambrienta de trabajar, manifestándose en todo el país el pasado viernes 30 con salones llenos de profesionales a la espera que la suerte los favoreciera con una de las obras que se sorteaban.

La decisión del gobierno de sortear las obras,  descartando a los grandes contratistas ya beneficiados cuantiosamente en los pasados ocho años, se agradece  como una medida, que aun con sus tintes de populismo, era saludable para llevarle esperanzas a una clase golpeada severamente por  la escasez de obras debido al sistema del grado a grado. Además, esta modalidad de los sorteos  la inició el profesor Juan Bosch a mediados de 1963 cuando se sortearon   aquellas Villas de la Libertad para elevar la dignidad y  humanidad a los bateyes. Aquella vez las obras no se iniciaron y los beneficiados fueron agrupados en sendos grupos de profesionales para construir dos grandes palacios  escolares, uno de  ellos el Virginia Ortea en Puerto Plata.

El sistema de sorteos implica riesgos, previstos por el gobierno, ya que al ser abierta la participación de los profesionales, hay muchos recién graduados, sin experiencia, sin equipos  ni recursos y que se verán asediados por otros de mayores posibilidades y buscarán la forma de comprarle el contrato o asociarse de manera tal que el novato profesional vaya adquiriendo la experiencia en la construcción.

Por eso es importante que para los próximos sorteos  se lleve a cabo una precalificación de los profesionales  individuales o en empresas, que de acuerdo a su experiencia, equipos, recursos y solvencia se clasifiquen en las obras por categoría, complejidad y costo. Para los recién graduados y hasta tres años de salida del universidad, podrían participar en sorteos para obras de no más de dos millones de pesos. Para profesionales de 6 a  10 años de graduados participarían en sorteos de obras con un valor hasta los 10 millones de pesos. Para obras de mayor costo  se llevarían a cabo sorteos especiales o concursos sin recurrir a la excusa de utilizar el grado a grado si es una obra por una emergencia de un desastre natural.

 Ya que se realizó el primer sorteo de escuelas, y que recientemente  INAPA lo había implementado en el sorteo de sus acueductos, se deben establecer ciertos parámetros fundamentales en cuanto a la supervisión de las obras para garantizar la calidad y  cumplir con la terminación de las primeras 10,000 aulas  listas para uso en año escolar  2013-2014.

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