Una democracia deformada

Una democracia deformada

Qué difícil ha resultado  establecer en nuestro país una democracia  que funcione y se respeten sus reglas. A través del tiempo, comenzando por los gobiernos y continuando con los partidos y  las asociaciones, se han deslizado actuaciones institucionales como personales que chocan o contradicen las disposiciones del sistema  que decimos sustentar, sin ningún tipo de sanción ejemplarizadora.

Hay quienes plantean que el problema básico radica en que nuestro sistema   se ha construido por la  convergencia de  muchas mentalidades con formaciones distorsionadas acerca de la democracia.

Por los que habiendo tenido como modelo la dictadura que los ayudó en su formación, crecimiento económico y notoriedad;  por  los que aún  sin creer en la democracia desde posiciones profesionales liberales y especializadas  se han acomodado en ella; y por algunos que habiendo fracasado en sus proyectos políticos de contenido ideológico adverso a la democracia, no encontraron otra vía de participar en la vida pública que en la del sistema de partido, pero  utilizando métodos contrarios en su esencia y espíritu.

Funcionarios, dirigentes y personas que en las diferentes esferas oficiales, sociales, culturales, privadas, se han adherido al sistema democrático, pero sin aceptarlo ni adaptarse a sus mandatos, sino que han querido permanentemente desdoblarlo antojadizamente, para que se ajusten a sus requerimientos o aspiraciones, que lógicamente conducen a  una democracia deformada.

El trujillismo mental y de  procedimientos autoritarios; el irrespeto a las decisiones  mayoritarias; el desacato a las disposiciones legales como de cualquier tipo, han estado presentes en todos los procesos de lo que ha querido ser nuestra vida democrática, que no ha dejado de ser un espejo  en el que se reflejan las acciones y las mentalidades de cada uno de   nuestros personajes públicos.

Eso lo hemos visto y lo seguimos viendo en las acciones de muchos   funcionarios civiles y militares, e incluso algunos dirigentes en diferentes esferas,  con ínfulas o ribetes de dictadorcitos. Que viven muy bien y le han sacado muchos beneficios a la democracia y al sistema, pero  se resisten a aceptar sus principios.

Igualmente en casi todas las entidades existen personas y dirigentes cuya formación tiene raíces  profundas dentro del terreno del autoritarismo y de la imposición, por encima de lo decidan las mayorías y lo que establecen las reglas.

Tampoco escapan algunas plumas y voces, que con formación totalitaria o antidemocrática, al haber sido sustentados por estamentos de poder que los han ayudado en sus holguras, aún no creyendo en la democracia ni en el sistema de partidos, utilizan todas sus habilidades y sapiencias, para de alguna forma desacreditarlo, sea criticando, confundiendo  o tergiversando.

Como la democracia es el reflejo del conjunto de acciones llevadas a cabo por  sus protagonistas, lamentablemente continuamos trillando el camino tortuoso de un sistema político que ha querido ser, pero no lo han dejado, porque ni ha habido mucha voluntad  desde el poder,  ni se ha educado para tales fines. Más que un fracaso democrático podríamos haber logrado una democracia deformada.

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