Una democracia electoral bajo cuestionamientos

Una democracia electoral bajo cuestionamientos

Los estudios de instituciones internacionales coinciden en que América Latina, Centroamérica y la República Dominicana han fortalecido el sistema electoral, con mayoritaria aceptación de la democracia como forma de gobierno, pero cada vez con más insatisfacciones.

El cuestionamiento es particularmente grave en relación a los partidos políticos, que aunque son considerados fundamento de la democracia, registran la más baja aceptación entre las instituciones y a los cuales se les percibe como maquinarias de corrupción, clientelismo y retribución de favores.

Tras más de dos décadas de afianzamiento formal de la democracia esta convive con una pobreza cada vez más generalizada sin haber podido garantizar los derechos civiles y sociales, lo que genera insatisfacciones que abren serios interrogantes para el futuro próximo.

Avances democráticos, pero…

Dos importantes estudios sobre la democracia latinoamericana han sido publicados en las últimas semanas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y por el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización de Estados Americanos y el Instituto Internacional para la democracia y la Asistencia Electoral.

El del PNUD titulado «La Democracia en América Latina» se fundamenta en una encuesta de opinión que respondieron 18 mil 643 ciudadanos de 18 países y en entrevistas a 231 líderes latinoamericanos.

El patrocinado por el BID, la OEA e IDEA, conocido y discutido en un encuentro celebrado hace dos semanas en San José de Costa Rica, lleva por título «Un Desafío a la Democracia» y trata sobre los partidos políticos en Centroamérica, Panamá y República Dominicana. También se basa en encuestas y entrevistas.

Ambos estudios registran avances extraordinarios en la consolidación de un proceso de democratización formal en la región. El del PNUD indica que los 18 países considerados en su informe cumplen hoy los requisitos fundamentales del régimen democrático, pero de ellos sólo tres vivían en democracia hace 25 años.

«Sin embargo, al tiempo que las latinoamericanas y los latinoamericanos consolidan sus derechos políticos, se enfrentan a altos niveles de pobreza y a la desigualdad más alta del mundo. Así, se plantea que existen fuertes tensiones entre la expansión de la democracia y la economía, la búsqueda de la equidad y la superación de la pobreza», indica el informe.

La debilidad del proceso democrático queda patente en el hecho de que el 54.7 por ciento de la población encuestada aceptaría un gobierno autoritario siempre que resuelva los problemas económicos. El 56 por ciento cree que el desarrollo económico es más importante que la democracia, y hasta un 58 por ciento avala el presidencialismo, al manifestarse de acuerdo con que el presidente vaya más allá de las leyes.

El estudio sobre América Central, Panamá y RD resalta que la región lleva más de dos décadas de construcción democrática y las mayorías piensan que la democracia es el ideal y la meta, pero la actitud de la población es de insatisfacción con el funcionamiento real del régimen, lo que se vincula a la situación económica.

«La problemática económica es más urgente e importante que la naturaleza de los regímenes políticos. Pero a mediano y largo plazo la consolidación de la legitimidad democrática requiere resultados, tanto en las condiciones de vida de la población como en el funcionamiento de las instituciones políticas», indica.

El informe del PNUD plantea «la evolución de una democracia electoral, hoy plenamente vigente, a una democracia de ciudadanos, en la que la conquista de los derechos civiles y sociales estén a la par de los derechos políticos». Identifica logros, límites y retos para formular una agenda de reformas para fortalecer el desarrollo de la democracia en la región.

Los partidos en la picota

Si la insatisfacción con la democracia es alta, mucho peor se manifiesta frente a los partidos políticos, institución básica del ejercicio democrático. Según el Latinobarómetro entre 1996 y 2003 son los partidos las instituciones públicas que menos credibilidad tienen, habiendo alcanzado su peor tasa en 1997, con un 28 por ciento, que se redujo al 20 por ciento el año pasado, según se consigna en el estudio BID OEA IDEA.

La Iglesia y la televisión encabezan la tasa de confianza con 76 y 50 por ciento, respectivamente en el 2003. Seguidos por las Fuerzas Armadas, el Presidente, la banca, las grandes empresas, la municipalidad, Policía, Gobierno, el Sistema Judicial y en el penúltimo escalón quedó el Congreso con el 27 por ciento.

En Centroamérica, Panamá y RD apenas uno de cada diez personas expresa confianza en los partidos políticos. Mientras el 86 por ciento dice tenerles poca o ninguna confianza.

Las causas de la mala imagen de los partidos son la corrupción (56 por ciento), el incumplimiento de las promesas, la incompetencia, que solo se representan a sí mismos, no atienden a la gente o porque son víctimas de los medios de comunicación que los atacan, según el 17 por ciento.

Cuando se preguntó a las élites centroamericanas qué pasos se deben dar para fortalecer los partidos, las respuestas espontáneas fueron en un 36 por ciento, reformar las leyes sobre partidos, otro 35 por ciento señaló la reforma del financiamiento. El 25 por ciento se inclinó por la capacitación de los líderes y cuadros, 14 por ciento por la renovación de las cúpulas y dar mayor espacio a los jóvenes. La renovación de los programas fue la respuesta de otro 14 por ciento.

La desesperanza de la población centroamericana en la democracia y los partidos alcanza magnitudes preocupantes que abren interrogantes sobre el futuro inmediato. La mitad de la población aceptaría que llegara al poder un gobierno no democrático, si pudiera resolver los problemas económicos. Y las dos terceras partes consideran que «más que partidos y congreso, lo que nos hace falta es un líder decidido que se ponga a resolver los problemas».

Desde luego, esas proposiciones no tienen en cuenta los fracasos de los presidentes que surgieron en la región en las últimas dos décadas como alternativa a los partidos tradicionales. Collor de Melo en Brasil, Alberto Fujimori en Perú, Jorge Serrano Elías en Guatemala, Jean Bertrand Aristide en Haití, y están en la picota Hugo Chávez en Venezuela y Alejandro Toledo en Perú.

El informe discutido en Costa Rica explica la desesperanza en el estancamiento económico de la región en los últimos años. Cita a la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de principios de este año, hablando de una «media década» adicional perdida para el desarrollo, que habría acentuado las preocupaciones económicas de la región. «la situación económica es prioritaria, las expectativas crecen, y las instituciones políticas (y los partidos en particular) no son capaces de satisfacerlas».

Concluye en que la paradoja centroamericana es que hay más democracia que nunca antes, pero al mismo tiempo menos satisfacción con el régimen, con sus instituciones en general y con los partidos políticos en particular, aunque en las últimas dos décadas de la construcción democrática en la región se han encaminado reformas para aumentar la transparencia del financiamiento de los partidos, estimular la participación electoral y la libertad de elección, así como para fortalecer las instituciones de control, fomentar las instancias del diálogo y democratizar las fuerzas armadas.

[b]En la República Dominicana[/b]

Para el caso dominicano, el informe del BID OEA IDEA cita las encuestas Demos sobre Cultura Política, donde los partidos también aparecen en el último escalón en la confianza en las instituciones públicas. Aunque en el 2001 un 17 por ciento, casi el doble que el promedio de 9 por ciento en la región centroamericana, se manifestaba cercano o muy cercano a los partidos.

En el estudio del PNUD se afirma que «el país participa de una fuerte democracia electoral, pero sufre de un déficit en materia de ciudadanía, que se ha incrementado de manera notable en los últimos años pese a un crecimiento económico sostenido durante la década de los 90 y principios de la del 2000».

Señala que RD ha oscilado con período de regímenes no democráticos (entre 1960 y 1977), intermedios (1990 95) y de máximo nivel de democracia a partir de 1996.

Los dominicanos y dominicanas prefieren más fuertemente la democracia como forma de gobierno que el promedio de América Latina. Pero también priorizan más que el promedio el desarrollo económico sobre el sistema democrático. El 48 por ciento declaró ser demócrata, 5 por ciento más que el promedio de la región. En el tema del clientelismo RD encabeza la lista de los 18 países latinoamericanos.

Resalta que en la República Dominicana el 77.5 por ciento de los encuestados dijeron que votan y de ellos el 46 por ciento (muy superior al promedio latinoamericano de 27 por ciento) dijo que tiene un partido y siempre vota por él. Pero la mayoría de la población estima que los partidos no cumplen su papel.

En general los parámetros dominicanos son mejores que los del promedio latinoamericano, el 54 por ciento todavía cree en la eficacia del voto aunque se registra una creciente desconfianza en los partidos y las instituciones.

En el encuentro de Costa Rica, las mesas de discusión llegaron a la conclusión de que la crisis de los partidos políticos es de magnitud grave y amerita nuevas y profundas reformas, a la vez que vincularon la supervivencia de la reciente construcción democrática, a las respuestas a las expectativas de mejores condiciones de vida de la población. El caso dominicano no escapa de las conclusiones generales.

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