¿Una democracia sin demócratas?

¿Una democracia sin demócratas?

Desde hace cincuenta años viene ofreciendo sacrificios, lágrimas y sangre para hacer germinar y florecer el árbol de la democracia.

Empero, parece que las tradiciones autoritarias, los poderes fácticos y el personalismo de los líderes no le han permitido superar las buenas intenciones, no obstante breves momentos luminosos.

Así, a la lucha heróica contra el terror trujillista del 1959-62, siguieron el triunfo  electoral en diciembre de ese año con el PRD y Juan Bosch, así como la aprobación de una constitución democrática en 1963; solo para culminar poco después con un golpe de estado, reaccionario.

La agitación popular desde 1964 produjo en 1965 un levantamiento cívico-militar y un fugaz retorno al orden constitucional, que fue interrumpido  por una intervención militar norteamericana; la que produjo una verdadera contra-revolución que ensangrentó a la nación durante 12 años. En los primeros ocho no pasaba una semana sin que cayeran varios jóvenes en su lucha contra el despotismo y el terror mezclado con corrupción. Finalmente, el país pudo darse en 1978 un régimen democrático, pero solo para que las disensiones internas hicieran degenerar la democracia y se olvidaran las necesarias reformas del Estado; lo que generarían 10 años más de balaguerismo atenuado. La lucha del PRD contra el fraude electoral masivo permitió desplazar a Balaguer a partir del 1994; pero la “Alianza Patriótica” del 1996 y un fraude de menor proporción frustraron nuevamente el avance democrático.

A partir del año 2000, el país pareció enrumbarse definitivamente por un sendero democrático. Incluso en el 2001 se diseñó colectivamente un proyecto de Constitución progresista, democrático y participativo; pero ya en el 2002 esto se desconoció y una Asamblea Revisora impuso la reelección. Han pasado ya 7 años de tortuoso camino hacia un despotismo disfrazado de democracia. Mientras tanto, los partidos rinden culto al caudillismo y al clientelismo galopante. Trabajo cuesta que se discuta y se vote en forma civilizada en asuntos internos y de Estado; mientras se transfieren de la noche a la mañana las lealtades intransigentes sin el menor pudor, en tanto que las minorías se refugian a veces en legalismos insostenibles, para no aceptar la voluntad de las mayorías.

Sin embargo, hay ahora signos alentadores de que se avanza hacia la consolidación democrática de los partidos, tanto en el PRD como en el propio PLD, una vez se restablezca la no reelección presidencial en períodos consecutivos. Pero en definitiva, tenemos una democracia débil  que hoy puede exhibir pocos logros, porque quedan escasos demócratas reales.

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