Una democracia sin penicilina

Una democracia sin penicilina

POR ONOFRE ROJAS
En edición del pasado sábado el periódico Hoy, al igual que otros diarios nacionales, reseñaron las muertes ocurridas en el hospital Moscoso Puello a causa de meningitis por no habérsele aplicado oportunamente a los pacientes las dosis necesarias de penicilina cristalina. La penicilina es el antibiótico que por tradición se ha usado para devolver la salud a miles y miles de dominicanos que han contraído diversas enfermedades bacterianas.

Se trata del medicamento que revolucionó el tratamiento de las infecciones en el mundo desde que Alexander Fleming hizo su histórico descubrimiento

Es desgarrador el drama que viven miles de dominicanos que acuden a nuestros hospitales para mitigar sus enfermedades y no encuentran una mínima respuesta en el sistema público de servicios de salud. La crisis hospitalaria ha llegado a situaciones insospechadas. Jamás hubo tanta desidia e incapacidad para enfrentar las necesidades de los hospitales públicos.

Cuando hablo de una democracia sin penicilina quiero ejemplificar el descalabro de una democracia que no garantiza la salud pública. Puedo decir igualmente que vivimos en una democracia que no le garantiza a miles de habitantes el agua potable. Vivimos en una democracia sin energía eléctrica. Una democracia que no garantiza la educación, que no estimula los empleos productivos.

Aunque el Partido Revolucionario Dominicano ha dicho históricamente que se inscribe en la corriente internacional de la social democracia, pero en República Dominicana ha habido un olvido total de que la democracia también debe ser social. Pero una democracia que penaliza a los más pobres, que hunde la clase media, que incrementa las distancias entre los que más y los que menos tienen, es una democracia que olvida los fundamentos económicos del sistema democrático que procura el crecimiento y la estabilidad macroeconómica, pero al mismo tiempo estimula la ampliación del mercado para que este sea más extendido y no se encuentre concentrado en enclaves que lo que producen es mayor desigualdad y desequilibrio social.

Lo que está pasando con la democracia dominicana, como con la mayoría de las democracias en América Latina, es como señala el informe del PNUD que vivimos en democracias fundamentalmente electorales. De manera que la democracia se confunde con las elecciones. La democracia política no se agota, como tradicionalmente se piensa, en los sistemas electorales. Ese concepto ha llegado tan lejos en la propia conciencia popular que la gente dice «que está en política», cuando participa de los procesos electorales internos de los partidos o en los procesos nacionales para la selección de autoridades.

Las elecciones son una parte importante de una democracia política, pero es necesario ampliar el horizonte democrático mediante la participación permanente de la sociedad civil y de los diferentes actores de la sociedad en la definición y en la consolidación de las políticas públicas. Como la clase política tradicional entiende que la democracia es electoral, solamente se activa y se procura la participación de la ciudadanía en los procesos electorales. Y por ello penosamente también se utilizan instrumentos públicos tan decisivos para el país (como es la cartera de Salud Pública) para fines electorales, olvidando que desde el Estado se debe promover el bienestar colectivo aplicando políticas justas para los diferentes miembros de la sociedad sin ningún tipo de discriminación y mucho menos utilizando herramientas de soporte social tan importantes para fines electorales particulares.

Las secuelas del clientelismo, la corrupción desvergonzada y otras malas prácticas de las democracias electorales son de los factores que han estado llevando a tanta gente al desencanto con la política, con los políticos y con los partidos. Una democracia política verdadera se fundamenta en un ejercicio responsable de las funciones públicas, en la probidad administrativa y la transparencia, en el respeto a las reglas de juego y en el desarrollo de una cultura ciudadana fundada en un sistema de derechos y deberes.

Pero no se concibe una verdadera democracia política sin un desarrollo económico sostenible que le garantice una vida digna a la mayoría de los habitantes de la sociedad. Como tampoco una verdadera democracia es impensable sin los instrumentos de equidad y justicia social en donde los derechos sociales sean parte de la vida misma de cada ciudadano.

Por ello son tan inmensas las tareas que tiene que enfrentar la República Dominicana, ya que el fuerte deterioro institucional y particularmente el estado crítico en que han quedado los fundamentos éticos de la sociedad dominicana, unidos al empobrecimiento acelerado de la mayor parte de las capas de la sociedad, han conllevado a que nuestra democracia se haya quedado sin penicilina para enfrentar las más elementales infecciones bacterianas que sufre nuestra población pobre. Ojalá que podamos hallar las penicilinas básicas para combatir esta septicemia (Infección generalizada en la sangre) que tiene la democracia dominicana.

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