Una desigualdad en predominio

Una desigualdad en predominio

En República Dominicana la injusticia salarial se manifiesta en la vertiente de la indefensión de las capas inferiores que ocupan empleos sometidos a ingresos de bajo poder adquisitivo, muchos en prolongada congelación; mientras en otra vertiente está la abundancia de lo contante y sonante que en una variedad de cúspides del poder se obtiene privilegiadamente al amparo de la llamada descentralización. La cuestionada facultad para la auto-conquista de altos sueldos que contrasta con la postración económica de la mayoría de los servidores públicos, ejercida hará poco por integrantes de la Cámara de Cuentas desde que llegaron a las investiduras, hace muy patente la pronunciada brecha que mucho se debe a fuertes patrocinios desde el Estado.

Un irritante club de funcionarios en disfrute de súper remuneraciones en un país que se endeuda a la carrera para mantener la marcha del tren administrativo, lo que niega la vigencia de criterios de racionalidad en el sector público y de predominio de favoritismos que seguramente disminuye la disponibilidad de recursos para tratar con justicia a los miembros de menor categoría que proliferan en la Administración Pública, un ámbito en el que el trato salarial excepcional y de otorgamiento de pensiones millonarias a una minoría viola la legalidad del propio Estado, incluyendo a sus cotos que parecen islas. Desde la opinión pública se reclama equidad.

Maquillando a los afectados

A lo largo de años, las principales ciudades dominicanas han recibido una gruesa migración inter-territorial que ni de refilón ocurrió en el marco de un auténtico proceso urbanizador. Por decenios surgieron miríadas de viviendas en espacios de relieves topográficos críticos con total ausencia de trazado de calles para el acceso a servicios públicos y a veces con muy alta densidad de población para una precaria y vulnerable existencia.Cuando llueve torrencialmente, la preocupación de la parte de la sociedad que corre menos peligros se traslada a las zonas habitacionales carentes de drenaje, situadas en hondonadas o precipicios para coexistir con basurales difíciles de eliminar y marañas de alambres de conexiones eléctricas ilegales. Muchos de estos moradores son candidatos a perderlo todo y huir bajo la eufemística etiqueta de «desplazados».

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