Una desigualdad invisible

Una desigualdad invisible

Nuestro país es uno de los países de América Latina con mayores niveles de desigualdad con relación a su crecimiento económico, según se plasma en el último Informe Regional de Desarrollo Humano.

En los hogares de estratos medios se encuentra una mujer que sufre la desigualdad cotidianamente y que resulta invisible para la sociedad, esta es la trabajadora doméstica.

Las trabajadoras domésticas no se incluyen en la estructura familiar aún cuando forman parte de las relaciones primarias en su interior y son responsables  del cuidado y crianza de niños y niñas.

La presencia de las trabajadoras domésticas en los hogares de estratos medios genera unas relaciones internas con la mezcla entre familiaridad y discriminación social.

La trabajadora doméstica no recibe el trato de “empleada” en tanto sus horarios y salarios no están regulados sino que varían en cada hogar según las decisiones que tengan los/as jefes/as de hogar sobre ello.

Las trabajadoras domésticas no están conscientes de sus derechos para reclamar mejores condiciones salariales. La pobreza y la marginalidad que viven afecta esta posibilidad, muchas mujeres de los barrios y campos del país no tienen oportunidades para sostener económicamente a su familia y para su desarrollo, la única opción es emigrar a trabajar en casa de familia o movilizarse desde sus barrios hacia los residenciales de estratos medios.  

En la presencia de las trabajadoras domésticas en el hogar encontramos un continuo roce de relaciones de desigualdad social que se expresan en su exclusión para compartir espacios como la comida en la mesa y los espacios de fiesta-encuentro familiar. Las expresiones de discriminación se explicitan también en el lenguaje con el uso de términos despectivos como “chopa” o “sirvienta”.  En algunos casos se produce  abuso sexual de hombres miembros del hogar hacia trabajadoras domésticas y se mantienen ocultos.

La presencia de las trabajadoras domésticas en hogares de estratos medios y altos genera una reproducción de los roles tradicionales de género en su interior que se extienden de mujer a mujer. El hecho de que las mujeres estén insertas en el mercado laboral no ha generado cambios al interior de las familias en la redistribución de los roles domésticos, el hombre se resiste a asumir las responsabilidades de labores domésticas y cuidado de sus hijos e hijas que le corresponden como parte del hogar. Las mujeres para insertarse en el mercado laboral tienen que integrar a otra mujer de estratos pobres que asuma estas labores. 

La presencia de las trabajadoras domésticas reproduce al interior de los hogares de estratos medios y altos las relaciones de inequidad social y de género en la cotidianidad.

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