Una economía bajo acoso bélico y forzada a los extremos. La interdependencia, espoleada a peores resultados, ha puesto a las infanterías rusas y ucranianas a estremecer con su fuego cruzado la forma de vivir de los dominicanos que viniendo de las honduras negativas de una pandemia que sobrecargó de gastos y mermas productivas al país, pasan ahora a una convulsión global que pone todo caro o carísimo incluyendo los transportes oceánicos, repercusiones que podrían agudizarse.
Se tornan incosteables, además de los derivados del petróleo, granos esenciales para transformaciones industriales dirigidas a cubrir ingentes necesidades humanas. La inflación pone la soga al cuello a la nación obligada a comportamientos de emergencia con subsidios, exenciones impositivas y prisas por hacer parir a la tierra, la que aun distante de los escenarios de guerra y crisis, solo con insumos que de fuera llegan muy encarecidos harían abundar alimentos del agro.
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La República está obligada al máximo aprovechamiento y manejo eficiente de las áreas que generan satisfactoriamente bienes, servicios y divisas, como turismo, zonas francas y oro, porque todavía no les llega de lleno la derivación de escaladas bélicas.
Son también favorables los precios externos en ascenso de los rubros locales café, cacao y azúcar que cerró el año pasado con déficit mundial de producción por causas naturales, al tiempo de ascender también el tabaco y el banano; pero la destrucción de la paz pende como espada de Damocles sobre el futuro cercano.