Una economía caliente

Una economía caliente

PEDRO GIL ITURBIDES
No lo dijo ningún miembro de un partido de oposición. Lo expresó un alto funcionario del gobierno, a quien se reputa como cercano colaborador del Presidente Leonel Fernández. La economía se está sobrecalentando, y todos debemos integrarnos para evitar que el delicado equilibrio que se ha logrado, se quiebre.

Pero claro, esto de todos debemos cooperar quiere decir “ustedes”. Ustedes deben pagar los impuestos chita callando. Nosotros debemos gastar, sin ton ni son, cuanto ingrese al erario.

La idea del sacrificio fiscal ronda sobre este pueblo desde hace tres administraciones. Pero es una idea pregonada para que se aplique al contribuyente, en tanto esas administraciones inflan los gastos sin percibir los negativos efectos que engendra sobre la población. De hecho, los persistentes niveles de pobreza que sufre el país son fruto de esta política de gasto público.

La economía, sin duda alguna, debía enfriarse. En realidad no comprendo el término de que se está recalentando. Escucho, en cambio, las quejas de centenares de personas, la mayor parte de ellas dependientes de salarios mínimos. Aunque no pocas, personas con negocios y actividades independientes que se sienten constreñidos, perseguidos, acosados. Si a ello podemos aplicar el término, ¡bienvenido sea! Y creo que a cuanto se vive, debe aplicarse.

La autoridad pública es la que traza el camino de un pueblo. Cuando esa autoridad pública tiende al dispendio, siembra dudas sobre el porvenir de todos. Pero además, nos condena a la depauperación, puesto que, por no producir ahorro que pueda destinar a una inversión de calidad, impulsa la decadencia. En este tipo de gestión podemos contemplar el calentamiento de ésta y de cualquier economía.

¿Qué debe hacer, por consiguiente, esa autoridad pública? Reorientar el gasto público. Tomar capítulo por capítulo y examinar el objeto de los programas. Dentro de ese gasto público, todo lo que se refiera a gastos administrativos que puedan considerarse superfluos, bien pueden disminuirse cuando no anularse. Con ello las preocupaciones del calentamiento podrían disminuir, porque ese ahorro podría destinarse a la creación de riquezas que, a su vez, sostienen la ocupación.

Pero pensando que el sacrificio está concebido para ajustárselo al contribuyente como traje a la medida es gravísimo error. Los pueblos para crecer tienen que ahorrar. Pero nada hará el pueblo con ahorrar, si el gobierno dispendia. Porque un gasto liberal puede degenerar en depresión, o graves desequilibrios, o mayor depauperación. Y esto sin duda, es lo que llama un alto funcionario como calentamiento.

Recomendación sana que puede hacérsele a ese funcionario es que no trate de meter la economía en un congelador. Tampoco en un refrigerador. Lo que deben hacer, el gobierno central y los gobiernos locales, es reorientar el gasto. Producir ahorro, e invertir con un objetivo de logros para elevar la calidad de vida de cuantos vivimos en la República.

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