Una economía que tiene mucho de la personalidad del Presidente

Una economía que tiene mucho de la personalidad del Presidente

La marcha de la economía de la República Dominicana se parece mucho a nuestro presidente Danilo Medina. Como todos sabemos, Danilo se caracteriza por su hablar lento y su caminar pausado. Pues así mismo está nuestra economía; va tan lenta que apenas se siente que el país camina. Al cuerpo económico de la nación parece que todo le pesa para levantarse y moverse; muda sus pasos de manera tan pausada como es nuestro presidente. Tanto así que los efectos de su política económica parecen estancados y petrificados dentro de una inercia permanente.

Este estilo pausado de nuestro gobernante, impreso también en nuestro ritmo económico, se traduce en políticas inseguras e imprecisas que han generado una desaceleración del crecimiento.

El impulso y el apoyo a nuestro aparato productivo también ha sido tímido y conservador, como el temperamento de nuestro presidente. Por eso vemos que la actividad industrial, económica y comercial lucen ralentizadas, reproduciendo en todas sus ramas la parsimonia presidencial en el actuar.

Para que la política económica del gobierno realmente se sienta dentro de los sectores productivos de la nación y del pueblo en general, debe divorciarse un poco de la personalidad del primer mandatario. Esto es, ser más dinámica y proactiva, más ágil y movida.

Es decir, el presidente tiene que ser más diligente en regularizar el gasto público, en controlar el exceso de burocracia y en frenar el aumento desmedido de la deuda externa.

Contrario a su lentitud de movimiento, Danilo Medina debe ser más rápido en equilibrar las cargas fijas del gobierno con las recaudaciones, ya que las primeras están por encima de las últimas, lo que repercute en un imparable endeudamiento externo que compromete cada ingreso de divisa en el pago de la onerosa deuda exterior. Y lo que es peor aun: compromete la situación de la presente y futuras generaciones que no nos van a perdonar que hayamos sido tan displicente en un asunto que afecta el bienestar general.

Donde el país necesita que nuestro jefe de Estado apresure su lento andar es en el terreno de someter a los corruptos creadores de los déficits fiscales y proceda a actuar conforme a las auditorías explicativas reveladoras de descomunales latrocinios en las arcas públicas. La situación del país amerita que el Ejecutivo se mueva con más celeridad en recortar el desangramiento económico que provoca mantener intacto el gasto en divisas que implican los 250 vicecónsules del servicio exterior, los barrilitos, los cofrecitos, las botellas y los botellones; los “planes sociales” y otros diversos repartos que promueven el clientelismo parasitario.

Es aceptable que el presidente no quiera agitar su ánimo si eso no está en su naturaleza idiosincrática, pero lo que sí necesitamos es que agite ya la economía que yace deprimida, lo cual se manifiesta en una sostenida caída de las ventas, en quiebra del sector productivo, en cuentas que se hacen incobrables porque la actividad económica no genera los ingresos suficientes para pagarlas. Mal atribuible al estancamiento económico, pero también a consecuencia de la reforma fiscal que encareció las mercancías, los insumos, las materias primas y otros bienes de producción.

En fin, el país acoge como bellas prendas del carácter del presidente su honestidad, sencillez, humildad, austeridad y pulcritud que son la negación total del aspirante presidencial que “amenaza” con volver para sucederlo en el palacio; pero a la vez exige que el mandatario sea más acelerado en enfrentar el estado de inseguridad que campea por sus fueros en barrios y ciudades y que se refleja en un vivir bajo el signo ominoso del miedo.

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