Los permisos sanitarios, el traslado de las casas de citas, las visitas semanales de inspectores a prostíbulos que operaban con permiso oficial, exámenes diarios practicados en el Dispensario Antivenéreo para Mujeres no detenían la práctica inmoral y corrupta de la prostitución que tenía alarmada a la población dominicana en los años 1950.
La situación de las mujeres que comercializaban con sus cuerpos siguió siendo, inclusive, preocupación de otros gobiernos y funcionarios después de ajusticiado Trujillo. En el voluminoso expediente Confidencial de esta calamidad figuran funcionarios del Triunvirato y del balaguerato. Donald J. Reid Cabral, Fabio F. Herrera, José Batlle Nicolás, Pompilio Brouwer, Abel Fernández Simó, Rafael Antonio Reyes Lozano, Tomás Alcibíades Espinosa, Juan A. Morel, Juan Justo de los Santos, firmaron o recibieron denuncias, tomaron medidas, acusaron recibo o tramitaron casos. De finales de 1980 son dos transcripciones expresando preocupación por el auge de este flagelo, una de El psiquiatra en su hogar, producido por Máximo Beras Goico, otra de Radio Mil Informando.
Un defensor
El azote de la prostitución desenfrenada enfrentó a inspectores con militares de alto rango disgustados porque molestaran a sus mujeres libres exigiéndoles la tarjeta mientras ellos se complacían con sus caricias.
Un juez de paz del Distrito cobró fama después de un informe del 21 de agosto de 1956 que recorrió todas las instancias del Gobierno denunciando que éste se entendía con una mujer de vida alegre de la calle Barahona.
Por esos mismos días, un moralista de Pedernales le escribía al Ilustre Jefe y Padre de la Patria Nueva lo increíble que era el grado de inmoralidad y corrupción a que había llegado esa comarca, donde existían dos cabarets frecuentados por más de 60 prostitutas. Los hombres, decía el munícipe, dejan de suministrar el sustento completo a sus familias y amanecen noche tras noche en estos centros amorales donde las insolencias en altas horas de la noche no dejan dormir a los hogares honrados. Pedía ayuda a Trujillo y le suplicaba suponer el mal tan grave en un pueblo tan pequeño como éste, que no tiene ni 200 familias.
Desde Ciudad Trujillo y todos los pueblos del país protestaban por las velloneras, enfermedades venéreas, los hijos sifilíticos y anémicos que resultaban de la unión con una hetaira o meretriz de reputación dudosa.
Un supuesto José del Carmen Valenzuela denunció los cafés Carta Blanca y Carta Dorada de la calle Manzueta esquina Pimentel, en un Foro Público del 25 de octubre de 1954.
En los abultados informes sobre el ejercicio de la prostitución en el trujillato, las llamadas mujeres disolutas encontraron un defensor: el ingeniero Ignacio Agramonte, Inspector de la Presidencia, quien en un extenso memorandum sobre este delicado asunto enviado al Generalísimo el 29 de diciembre de 1955, criticó la forma en que Salud Pública persigue a las mujeres de vida licenciosa. Escribió: Nuestro Código Sanitario pretende ignorar que el mundo, mientras sea mundo, estará desarrollándose con lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral, etc..
Y agregó: La mujer de vida impúdica y liviana es la que inicia al jovenzuelo en la vida sexual y como tal, tiene un papel primordial en toda organización social. La persecución tenaz y despiadada sobre ellas lleva a un aumento de los jóvenes afeminados. Mientras del primer caso puede surgir el hombre moral, del segundo surge una lacra social.
Trujillo decretó
Sin embargo, el 28 de febrero de 1958 se promulgó la ley número 4862 que aunque decía establecer medidas y sanciones contra la práctica de la prostitución, la prohibía y declaraba atentatoria a la higiene social y a las buenas costumbres.
Por tanto, decía el artículo Uno: Queda prohibida y aclaraba: Entendiendo por prohibición el hecho de que una mujer se dedique de manera ostensible a tener relaciones sexuales como negocio o por depravación.
Aunque quien gobernaba era el hermano títere o gomígrafo del Benefactor, es obvio que la decisión surgió de El jefe, a quien se dirigían todas las quejas, solicitudes, clamores y reclamos.
Las dependencias que tuvieran que ver con el cumplimiento de esta orden, fueron notificadas, para los fines de lugar.
Pero esta disposición duró poco. Sobrevivientes de esos tiempos dicen que un día. Parece, empero, que escribir la vuelta a la posición anterior se tomó un mes. El 10 de marzo de 1948 Héctor Trujillo escribía al Presidente del Senado: Se deroga en todas sus partes la Ley Número 4862, promulgada el 28 de febrero del año en curso. Después de exponer sus alegatos, el mandatario se despedía:
Me permito esperar de los señores legisladores que, por la naturaleza de este caso, el proyecto de ley que ahora someto, sea considerado de urgencia.
Tal era la emergencia de la vuelta atrás, que Luis Ruiz Trujillo, secretario de Estado de la Presidencia, se apresuró a informar esta nueva determinación a los secretarios de Salud y Previsión Social, Justicia, Fuerzas Armadas, Seguridad, Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, entre otros.
Nunca más la prostitución fue motivo de escándalo durante la llamada Era de Trujillo. Con la derogación terminaron las confidencias.
En síntesis
Defensor de las mujeres de vida alegre
La dictadura retrocedió ante la prostitución que encontró un inesperado defensor que escribió lo siguiente: se pretende ignorar que mientras el mundo sea mundo, estará desarrollándose con lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral Criticó la forma en que se perseguía a las meretrices.