Una escuela sin diagnóstico

Una escuela sin diagnóstico

La escuela es el segundo espacio para el desarrollo sano, para el aprendizaje, la socialización sana, y adquirir las habilidades y destreza para vivir las diferencias. Pero también, la escuela es una expresión dinámica de la comunidad donde está ubicada. Cuando la comunidad es de alto riesgo, vulnerable y de mucho estrés psicosocial; encontramos una escuela problematizada, riesgosa y cargada de violencia. Si utilizamos la inteligencia social, y detectamos los indicadores de riesgo psicosocial de las comunidades donde conviven el 80% de nuestra escuela, encontramos la triste realidad: marginalidad social, falta de electricidad, agua potable, desempleo, hacinamiento, pobreza, disfunción familiar, banca de apuesta, colmadones, bares, prostitución, puesto de drogas, alquiler de armas de fuegos, desesperanza aprendida, resentimiento social, frustración, deambulación sin propósito, baja autoestima social, etc. Los niños y adolescentes que estudian en la escuela viven esas realidades, aprenden y tienen que vivir el estrés y la dura realidad de ser agresivos o violentos como expresión cultural para aprender a sobrevivir en un barrio de alto riesgo. Se hacen hombres o mujeres a temprana edad conviviendo en la calle o trabajando en la calle.
La escuela es una extensión de lo que vive la comunidad; allí se compite, se practica el maltrato, se crean grupos para enfrentar el disenso y las diferencias, se aprende de amigos y amigas. Los adolecentes se inician temprano en la relacione sexuales, en bebidas, trabajos informales, embarazo, vida sin propósitos, conductas de alto riesgo, lo que les lleva a deserción escolar antes del octavo curso, o antes de terminar el bachillerato.
La escuela es un espacio de desarrollo sano, pero también puede convertirse en una oportunidad para el riesgo y para la vulnerabilidad psicosocial. Ahora me pregunto ¿tiene la escuela el diagnóstico psicosocial de sus riesgos? O ¿Qué hace la escuela con sus factores de riesgo y cómo los convierte en factores protectores o de resiliencia social? Pero también, ¿sabe la escuela cuántos estudiantes son hiperactivos con déficit de atención, cuáles tienen trastorno de aprendizaje, ansiedad social, discapacidad intelectual, trastorno disocial, de la conducta, bipolaridad, oposicionista desafiante, dislexia, abuso de drogas etc. Los estudiantes de hoy viven todas esta problemática y no comprenden qué les pasa, ni lo sabe la familia, pero tampoco la escuela.
Literalmente la escuela sigue aplicando la pedagogía y la enseñanza de una escuela tradicional, que no tiene un diagnóstico psicosocial, que no crea las alternativas para que los alumnos se desarrollen desde un punto de vista integral: en la salud mental, en la espiritualidad, en lo social, lo cognitivo, lo emocional, lo psico afectivo y sexual, para responder de forma inteligente a sus propios estresores psicosociales. Lo que hemos visto durante el mes de marzo, en una escuela donde se celebra y se aplaude la violencia, donde grupos de adolescentes golpean a los otros, donde se llevan armas blancas, se practica el bandolerismo y pandillas para responder en grupos contra otros adolescentes y profesores, indica que las cosas no van bien. Es cierto que hoy tenemos mejores edificaciones, mejor tecnología, y mayor inversión en la educación pública; pero también hay que preguntarse qué pasa con los resultados conductuales, psicosociales de la escuela; qué pasa con el nivel de desempeño y de calidad en el conocimiento y en la formación de los jóvenes de futuro, que hoy son el presente.
Repito, la escuela tiene que tener un diagnóstico por área de su propia realidad psicosocial, para establecer políticas públicas educativas que den respuesta a las demandas y prioridades de los estudiantes y profesores.
A mí me parece que la escuela no es una isla, ni un espacio blindado para que no lleguen las problemáticas psicosociales del barrio o de la comunidad. La escuela tiene un desafío del diagnóstico y de ser parte de la solución del riesgo en que viven los jóvenes, pero hay que cambiar el formato, la mentalidad y la visión sobre qué tipo de escuela queremos en el siglo XXI.

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