¿Una escuela?

<P>¿Una escuela?</P>

Cerca de 300 alumnos  de La Espínola, en San Francisco de Macorís, reciben docencia en estas y otras “aulas”. Profesores y estudiantes llevan seis años cobijados en este plantel, siempre confiados en las promesas reiteradas de las autoridades. Operan seis aulas en cuatro locales diferentes.

San Francisco de Macorís. Cada vez que la comunidad de Espínola pierde a unos de sus miembros, la docencia se detiene por al menos dos días en la escuela básica Juan Bosch.

Lo mismo ocurre cuando se celebran servicios religiosos y cuando los vecinos tienen asamblea, debido a que las aulas funcionan en los locales prestados de centros comunitarios.

La escuela básica, fundada en 2005, tiene dos aulas en el Centro Comunal Espínola II, dos en el centro comunal San Miguel, una en una casa abandonada y otra en la marquesina de una de las vecinas.

Los casi 300 alumnos inscritos se trasladan de un local a otro mientras avanzan en los grados, desde inicial a quinto curso. Mientras, los locales compiten en la precariedad de su estado físico.

José Enrique Brito, director de la escuela, informó ayer que los profesores decidieron que no iniciarán el nuevo año escolar, cansados de laborar en condiciones deplorables y porque temen que los niños no están aprovechando los contenidos académicos.

Dijo que se sienten desmotivados ya que durante seis años han hecho gestiones para que se les construya una escuela y, a pesar de las insistentes promesas de las autoridades, se ven obligados a trabajar en espacios pequeños, oscuros, calurosos e inadecuados.

Sin rumbo.  La escuela básica Juan Bosch fue fundada para atender la demanda de estudiantes que no tenían cupo en la escuela San Francisco de Macorís, ubicada a menos de un kilómetro.

A pesar de que el director Brito reconoce que los niños están en riesgo de perder el año, dice que mantendrán firme su posición, ya que tienen el apoyo de los padres, de los estudiantes, dirigentes comunitarios y de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP).

“Estamos a la espera de que el ministerio compre los terrenos, pero esta espera se ha hecho demasiado larga”, expresó el profesor.

“Educación tiene el local ocupado casi toda la semana y la comunidad necesita que se devuelva el centro”, puntualizó Alfredo Gavin, de la Junta de Vecinos y quien tiene un hijo inscrito en la escuela.

Las “aulas”.   Los niños que asisten a la escuela Juan Bosch no saben lo que es estudiar dentro de un aula. Como la docencia se desarrolla por completo en espacios prestados, manejan un concepto de escuela sin ventanas, sin patio de recreo, canchas ni biblioteca.

En el Centro Comunal Espínola II, las aulas son  un gazebo con techo y verjas de zinc que no tiene puertas ni ventanas  y un anexo, afuera, que también está prácticamente a la intemperie, a no ser por unos  pedazos de madera.

Lo mismo ocurre en el local que prestó la comunidad San Miguel, donde los adornos de letras del alfabeto y sillas de colores, propias del nivel inicial, se confunden con el podium, figuras religiosas, libros y sillas, que utilizan los vecinos en sus servicios religiosos.

Una de las grandes preocupaciones del director es que está a punto de perder las otras dos aulas con que cuenta su escuela.

Una de ellas es  la marquesina de una vecina (que desea recuperar ese espacio de su vivienda) y la otra es la casa abandonada que prestó un comunitario hace tres años, con la intención de que el Gobierno iniciara la escuela, pero que desea le sea devuelta para instalar un pequeño negocio.

Mapa de pobreza

Los niños que asisten a la escuela básica Juan Bosch se trasladan desde empobrecidas comunidades de esta ciudad, como son Comadeja, Barrio Lindo, Los Jardines III, ensanche Libertad, ensanche Olimpia, entre otros.

Por lo general, sus padres son pequeños agricultores y trabajadores del sector informal, que disponen de muy escasos recursos.

Las calles de la comunidad Espínola son caminos polvorientos y pedregosos y sus casitas son en su mayoría de madera y zinc.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas