Una escultura Botero

Una escultura Botero

POR MARIANNE DE TOLENTINO
Una experiencia única que hemos vivido fue la exposición de esculturas de Fernando Botero en los Champs Elysées en París. Aparte de la descomunal afluencia de gente que venía a descubrir la obra de ese artista latinoamericano –apenas conocido por la gran mayoría de los parisinos– era un espectáculo insólito observar el goce de los visitantes, el placer de retratarse delante de esos personajes enormes, la risa y la algarabía de los niños frente a los gigantes de bronce. Todos los contempladores vivían un momento de alegría y de asombro…

Se hacía difícil no pensar en la maravilla que hubiera sido presentar esas obras en Santo Domingo. ¡Pura utopía! Sin embargo, muy pronto se tendrá la oportunidad de ver, aquí y de manera permanente, una escultura de Fernando Botero, colocada en el exterior del Malecon Center, o sea en un lugar preferencial y la avenida más concurrida de Santo Domingo.

Los bailadores

La monumental escultura de bronce representa a una pareja bailando. Es un tema que Fernando Botero ha tratado también en pintura y en dibujo, aunque de manera distinta, pero con la misma expresión de placer y de seriedad conjugados en sus protagonistas. Sus bailadores –puede ser en el contexto de un salón de baile– pertenecen a esa tipología popular, urbana, provinciana y rural a la vez. Son los personajes que siempre le ha gustado recrear, con un estilo inconfundible, de la realidad a la imaginación, con un ideal de hermosura, acorde con la tradición latinoamericana.

Belleza significa para el artista colombiano la búsqueda del absoluto, en pintura como en escultura, a través de una superficie inmejorable… El bronce mágicamente pierde su dureza: se sensualiza, se suaviza, se vuelve piel mestiza que uno quisiera tocar. La luz se aloja en los meandros de las curvas o se desliza sobre las formas. La patina es perfecta, tersa y brillante, Entonces la materia se vuelve cálida, vital y familiar.

Si Botero vistió a sus bailadores pictóricos, en la escultura están desnudos… como si fuera su ropa natural. No hay provocación ni erotismo, sólo la sana sensualidad de cuerpos en su apogeo, de carne firme, de garbo vigoroso. Pero no son «modelos», sencillamente gente del pueblo, a quienes encontramos en todo momento, y más que jóvenes, diríamos que curiosamente no tienen edad.

El hombre y la mujer, ensimismados, se miran, los ojos de uno clavados en los ojos del otro. Característica de los rostros concebidos por el artista, carecen de una expresividad particular, y sin embargo los vemos casi graves y serenos. Obviamente se gustan: su danza es su mundo y el mundo.

Fernando Botero ha dicho repetidas veces que las formas en el espacio, el volumen –sugerido en la pintura, realizado en la escultura– es el valor plástico que más le interesa. En Los bailadores, la volumetría y la luminosidad moldeadora son particularmente matizadas, refinadas, complejas aun, por corresponder a una pose y a dos figuras en pareja. Las disfrutamos en el conjunto, luego en las partes corporales, finalmente en los detalles, ¡Ah!, las manos y los pies de estos hijos de Botero!

Los bailadores, de inspiración colombiana y culminación universal, también son dominicanos…

La historia de un encuentro

Nos preguntamos cómo llegó hasta aquí una escultura original de Botero. Se la debemos al ingeniero Jesús Rodríguez Sandoval, gestor del Malecon Center. El pensaba que un complejo de edificios como éste debía tener una gran pieza de arte, que correspondiese a la contundencia de la arquitectura y, de ser posible, ofrecida a la contemplación de todos. Preferentemente sería una escultura de excepción, «un sueño que complementara la obra», como lo expresa.

El ingeniero Rodríguez Sandoval, un admirador de la obra de Fernando Botero, de su pintura y su escultura, lo conoció personalmente. El contacto fue excelente, con entusiasmo de parte y parte por el proyecto… Si ambos estudiaron qué escultura convenía mejor, en su acorde armonioso con la arquitectura, imperó para el constructor dominicano la seducción de una obra majestuosa y fascinante.

En fin, la presencia de la primera escultura monumental de Fernando Botero en Santo Domingo tiene su historia, ejemplar y hermosa.

Opiniones De Fernando Botero

«Para mí, la plasticidad tridimensional o volumétrica de la forma es muy importante. En las primeras acuarelas que yo pinté siendo todavía niño, esta tentencia ya se hacía sentir netamente. Los artistas que yo prefería eran aquellos que habían mostrado un interés particular por los volúmenes: Giotto, Masaccio, Pierro della Francesca, Ingres, etc… Estudiando a esos artistas, adquirí gradualmente más claridad acerca de lo que el espacio y el volumen querían decirme.»

«Durante toda mi vida he sentido la impresión de tener algo que decir en el lenguaje de la escultura. Es un deseo poderoso que tengo. La escultura me aporta un placer particular, el de poder tocar la nueva realidad que uno crea.»

«Yo nunca doy a mis figuras humanas rostros con rasgos singulares. No quiero que tengan una personalidad, sino que representen tipos que yo creo.»

«El punto importante es crear una forma redondeada, sensual.»

«Lo que me ocupa es la forma, la creación de superficies suaves y redondeadas que den valor a la sensualidad de mi obra. Esa obra debe también estar a la vista en una luz que le conviene, una luz suave, acariciante, es necesaria para la apreciación de mis obras.»

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