Una espada de doble filo

Una espada de doble filo

LEO BEATO
PARIS, Francia.-
Los franceses querían un cambio pero no un cambio radical. Eso representa Nicolás Sarkozy, cuyo nombre suena como el del famoso cirujano que le dio nombre al Sarcoma de Kaposy, sinónimo del Sida. El nuevo presidente de Francia, la quinta potencia mundial, habla como un liberal pero en realidad es un conservador. «Francia tiene que retornar a Europa» es su mensaje central. Retornar a Europa siempre y cuando no se admita a Turquía, país que, según él, nunca ha sido europeo.

Con un PIB (Producto Interno Bruto) en descenso por más de una década y con un desempleo de 9%, el pueblo francés votó por Sarkozy, quien ganó por más de dos millones de votos (votó el 85% de los ciudadanos aptos para votar). El pueblo quiere un cambio a la francesa, pues su crecimiento económico en la última década ha sido inferior a todos los demás países de la Unión Europea con la excepción de Portugal.

Segolene Royal, la candidata socialista, quedó muy rezagada en las urnas, tal como las encuestas habían pronosticado.

Lo único que ella tiene de común con Sarkozy es que ambos representan una nueva generación política después de décadas de ésta estar en manos de envejecientes. La venta del maquillaje publicitario surtió un efecto magistral.

Como en los EE.UU. y en Dominicana el candidato que más impacto de venta proyecte es el que se queda grabado en el subconsciente de los votantes, con la diferencia de que aquí no existen máquinas electrónicas que se dañan ni tampoco se les impide votar selectivamente a un grupo étnico de votantes como sucedió en los EE.UU. en las dos últimas elecciones presidenciales. Segolene Royal podría haber sido en realidad la representante del cambio real que los franceses anhelan pero Sarkozy logró vender su imagen a los centristas franceses atrayéndose más del 40% de éstos en adición a la extrema derecha. Sergolene, tratando de congraciarse con los extremistas de su propio partido que se habían dividido de los socialistas «democráticos», perdió la oportunidad de ganarse a los votantes del centro, indecisos como siempre, pero que fueron los que determinaron el resultado final. Frincois Bayrou, líder de los centristas y que había sacado casi un 20% en la primera vuelta, se alió aparentemente a Sarkozy. «La política francesa ha cambiado y jamás volverá a ser la misma», anuncia Francois Bayrou desde Champú Elisses.

A esto hay que añadir la campaña de descrédito sobre la vida conyugal desatada contra Royal. En todas partes se cuecen habas. Por otra parte, mientras ésta fue vaga en cuanto a su programa de gobierno durante el inusual debate televisado de ambos contrincantes, Sarkozy, hijo de inmigrantes húngaros, fue concreto a corto, mediano y largo plazo. «Bajo su envoltorio programático de porcelana solamente hay eso, porcelana», comentó un analista político. Más que un conservadurismo a ultranza, lo de Sarkozy consistió en un liberalismo estratégico después de más de dos décadas en manos recalcitrantes de la extrema derecha francesa, a la cual él también pertenece. Después del resultado final de las elecciones aceptó pasar una semana de vacaciones con todos los gastos pagos en el yate privado de uno de los empresarios más adinerados de la nación, monsieur Vincent Bolloré, sin que le haya costado un euro ni a él ni al Estado, como muestra de que la cooperación con el capital rancio puede ser empleado por un gobierno de ideas nuevas y creativas para el bienestar de todo el país. Esas fueron exactamente sus palabras cuando lo interrogaron. «Un crecimiento sostenido, reducción de la burocracia gubernamental y de su nómina en un mundo globalizado y europearizado serán la columna vertebral de mi gobierno». Francia ha vuelto a depositar todas sus castañas en una misma canasta en aras a un futuro muy incierto. Una vez más ha apostado a no arriesgarse con miras a un futuro más prometedor, una posición muy acomodaticia al estilo francés . Vale más un pájaro en manos que mil volando, parece ser su consigna nacional. Una enorme espada de Damocles de doble filo como el sarcoma de Kaposy. C’est la vie!

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