Por muchos siglos, la población que ha poblado más de la mitad de la isla de Santo Domingo, ha sobresalido de otros receptáculos humanos por ser un incorregible ejemplar de la vida. Y arrastra esa impronta como parte de la característica de raza debido a la abundante mezcla de otras razas y nacionalidades.
Y ese crisol, desde donde surgió el ser dominicano, no pudo ser más especial de una abigarrada mezcla de los genes mas variados de los seres que confluyeron en esta isla. Así surgió una criatura que atrapó los variados elementos de la vida de los seres racionales. Y más por los originarios de hace cinco siglos que incubaron un ente vivo, lleno de defectos y virtudes, los cuales se mezclaron y convivieron en una isla del Caribe.
Los dominicanos tenemos rasgos muy peculiares, que aun cuando son casi similares a las de otros seres humanos que habitan el planeta, hay detalles muy interesantes que nos hacen diferentes a otros vecinos isleños o continentales. Y es parte de las características humanas, ya sea por el color de la piel, el tipo de cabello, el tipo de ojos y la misma contextura física de hombres y mujeres que varían según su procedencia permitiendo distinguirlos de región a región en el planeta.
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Los pueblos de la región caribeña tenemos en común nuestro carácter tan abierto y dado a hacer amistades con los forasteros. Esto permite una interesante interacción en donde la indolencia de la raza predomina pero nos hacemos especiales y nos damos a querer por los visitantes continentales.
Con el paso de los años, la conformación de los tiempos modernos y avance de la civilización, muchas de esas características ancestrales se han ido diluyendo y desapareciendo en el país. En el siglo XIX era estar en pugna constante entre los diferentes forjadores de clanes familiares y políticos para estar por encima de los demás, dando lugar a luchas fratricidas o varios Gobiernos efímeros que apenas duraban meses.
No se ponían de acuerdo por las diferencias para apoderarse de los fondos públicos destinados al desarrollo y progreso social.
Tan solo han transcurrido 64 años desde que desapareciera la última dictadura, gracias al valor intrépido de un arriesgado grupo de hombres que quisieron casarse con la gloria. Le han proporcionado al país un tiempo de sosiego para encauzar el desarrollo por los senderos racionales que se veían como ocurrían en otros países después de la II Guerra Mundial.
De ese carácter indomable siempre queda en reserva una cuota original cuyos genes forman parte de lo mas intimo del individuo. Se mezclan la ignorancia y el buen saber dando lugar a un ser marcado por las improvisaciones, la dejadez y la voluntariedad de no respetar las normas que se establecen en una vida racional de convivencia pacífica para compartir los afanes de la actividad cotidiana desde la procreación, la alimentación, los trabajos y hasta la vida social en común.
Nuestro espíritu indomable se ha ido apagando. Las nuevas generaciones que van surgiendo con nuevos valores sociales y morales dominando el abanico social, de manera que estamos sometidos a la dictadura de la masa ignorante de normas culturales y sociales. Esto ha ocasionado un dislocamiento social de todo lo que anteriormente le daba valor a los dominicanos viviendo en comunidad.