Una ética cualquierizada

Una ética cualquierizada

UBALDO GUZMÁN MOLINA
Desde hace un tiempo, la ética ha entrado en un proceso de deterioro conceptual. Por eso cada persona recurre a una ética de acuerdo con determinadas circunstancias. Es como una chaqueta elástica que se pone encima de una camisa harapienta. El periodismo no ha escapado a eso.

Una ética laxa afecta desde hace años al periodismo dominicano, que permite que prácticas non sanctas en otro país se vean como “normales”. Quienes critican esas inconductas se perciben como románticos trasnochados, atrapados en el pasado o personas que no interpretan las claves de los nuevos tiempos.

En los medios de comunicación, por desgracia, los periodistas que hablan más duro sobre la ética y la honestidad son aquellos que han acumulado riqueza sobre la base del tráfico de influencia, el chantaje barato y el soborno, entre otros métodos criticables.

Esos sujetos, que gozan de privilegios en los medios de comunicación, se burlan socarronamente en las espaldas de quienes han mantenido una ética rectilínea. Ven con cierta ojeriza a los demás y creen que su camino es el más correcto, pero se equivocan medio a medio.

Esta situación se debe a la inversión de valores que vive la sociedad dominicana, donde lo importante es alcanzar una buena posición económica, aunque sea con malas artes y la corrupción en su grado más execrable. La familia y la sociedad, a menudo, inducen este tipo de comportamiento, incluso gente que tenía valores éticos.

Algunos periodistas asumen una frase con la que León Tolstoi describe a Olenín, protagonista de su novela “Los Cosacos”, según la cual “carecía de todo freno y traba moral”.

Sólo puede haber una ética, no múltiples éticas acomodadas a intereses particulares y a los más perversos fines, como se quiere imponer como costumbre en algunos círculos periodísticos.

Los periodistas con ética laxa, que se apandillan como una compacta manada de hienas, ostentan su poder y riqueza, lanzan dardos envenenados y hacen insinuaciones malévolas de algunos compañeros.

¿A un medio de comunicación le conviene más un redactor de ética incorruptible que un periodista que se preste a todas las trapisondas del poder del dinero? Creo que el primero, pero, al decir verdad, el periodista sin ética tiene más posibilidades de insertarse en el mercado laboral y en cualquier gobierno.

Existe una diferencia muy sutil, aunque el lector avezado no se dé cuenta, entre la información redactada por un periodista de ética laxa y una historia preparada por un redactor serio.

Se trata de manipulaciones solapadas y silencios peligrosos.

Pero lo peor de todo es que el periodista de ética maleada crece cada día más en los medios de comunicación, sin que se trate de ponerle coto. Se pavonean, visten a la moda, eclipsan con su presencia e incluso deslumbran a los reporteros del sexo opuesto.

Cada periodista está en libertad de escoger el camino en el campo profesional que le parezca más conveniente. Ese es su derecho, pero el antiético no puede estar enrostrándoles, en conciliábulo con sus pares, a quienes consideran que existe una sola ética, más allá de las contemporizaciones y destemplamientos morales.

Pero no todo está perdido, pues en los medios de comunicación existe un puñado de periodistas que no se han dejado seducir por el dinero fácil, quienes mantienen una ética inquebrantable frente a las tentaciones. Ojalá que ese ejemplo se reproduzca más en el futuro.

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