Que en tiempos de paz un teniente de la Fuerza Aérea mate de un balazo a un coronel de la Policía Nacional es, sin duda, noticia de primera plana, y así trataron nuestros principales periódicos la muerte del coronel Ramón Figueroa García a manos del teniente Felipe de Jesús Liranzo Liranzo durante una discusión por un accidente de tránsito en el que, curiosamente, ninguno de los dos estaba directamente involucrado. Y aunque en la sociedad violenta y desalmada en la que nos hemos convertido (que en este país haya gente que se dedique a montar guardia en nuestras principales carreteras para saquear a las víctimas de accidentes es sencillamente espeluznante) no es la primera vez que una discusión tras un simple accidente de tránsito degenera en una lamentable e irreparable tragedia, este caso merece nuestra particular atención. Porque ocurre que el primer teniente de la Fuerza Aérea Liranzo Liranzo, quien según versiones de testigos del hecho (incluida una hermana suya, una sargento del Ejército) estaba borracho y muy agresivo cuando se presentó sin que nadie lo llamara al lugar del accidente, estaba “suspendido” por otro caso de homicidio en el sector Ponce, de Los Guaricanos. ¿Por qué ese energúmeno, quien al momento de escribir estas líneas todavía se encontraba prófugo, no estaba preso o bajo custodia? Es evidente que nuestras autoridades militares nos deben una explicación, que ojalá resulte convincente, sobre este caso, pero también lo es que para los familiares y otros dolientes del coronel de la Policía Ramón Figueroa García es demasiado tarde para explicaciones.