Una exposición, dos talentos

Una exposición, dos talentos

A pesar de que los expositores suelen preferir la magnitud sensacional de la Cúpula, la primera planta de la Galería Nacional de Bellas Artes es museográficamente mucho más manejable para las pinturas y demás trabajos bidimensionales. Lo demuestra actualmente una doble exposición individual, montada en el Salón de la Rotonda, que propone simultáneamente la madurez pictórica de la obra de Teté Marella y la frescura encantadora de la obra de Valeria Lerner.

Esa conjugación excepcional, dispuesta con gran claridad, podía suscitar el temor del diálogo de una personalidad magistral con una joven prometedora. Por otra parte, el vínculo parental –Teté es la madre de Valeria- siempre representa una fuente de dificultades sicológicas para quienes exponen. Sin embargo, las diferencias, sino el contraste estilístico, entre los cuadros de ambas expositoras anulan cualquier opinión prejuiciada.

Teté Marella. Teté Marella se caracteriza por una iconografía precisa y sensible, rica y ligera a la vez, donde el refinamiento de personajes ideales y el esplendor de los ropajes, se expresan en una expresión artística moderna, que sabe jugar al mismo tiempo con una intervención geométríca.

Hoy, Teté  rivaliza de delicadeza, gracias y elegancia, pintando  a doncellas y damas , y aun a algún que otro mozo- ¡que aquí hala una insólita maleta en 3D!-. Son   figuras que alían la lozanía de sus complexiones con el rigor de las pinceladas. Que sugieran retratos imaginarios, plasmando a una, dos o más heroinas, a una familia o a dos enamorados, la factura pictórica se autoexige firmeza y agilidad. Una sinfonía cromática desarrolla una sucesión de tonos brillantes, un tratamiento minucioso de los matices, aunque la gama triunfante –el rojo domina- no se aplique por si misma, sino en sintonía con el dibujo y los “modelos”. Casi oimos las telas preciosas que crujen, recordando a la pintura clásica y romántica.

Teté  nos brinda siempre una lección “visual” de historia del arte-, resucitando a las modas y los maestros de antaño. Pintora culta y estudiosa, conoce y maneja muy bien el legado secular. Afirmamos recientemente que ella puede guiñar el ojo a las meninas velazquianas y a las odaliscas de Ingres, al igual que, en tiempos menos distantes a madre e hijos de la bella época, o actualmente… a madre e hija contemporáneas, ¡las cabelleras tomando mucha importancia! Las reminiscencias, que no llegan a ser apropiaciones, identifican siempre la creación personal, llevada ahora al climax de un duo generacional, con un particular (buen) humor.

Valeria Lerner. La obra incipiente de Valeria  es totalmente distinta de la pintura de Teté, y esa diferencia nos complace mucho, ya que no pocas veces  predomina el parecido entre temas, facturas, tendencias de ascendiente y descendiente. En estas dos expositoras, concepción, forma, composición, ciertamente disímiles, armonizan…a manera de contrapunto visual.  Valeria  produce un arte  joven y refrescante, minucioso y límpido, ya con una estética propia, donde dominan la geometría y la sugerencia de imágenes para libros de niños. Contornos y líneas diseñan un vocabulario simple, pero de una increible diversidad según los temas reveladores de una creatividad efusiva.

Líneas verticales y horizontales  se convierten en ritmos distribuidos por el espacio, y no solamente en aquel fragmento de teclado, evocador del mundo de Jonathan Swift y sus viajes  fantásticos.

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