Una exposición inesperada de Mariano Eckert

Una exposición inesperada de Mariano Eckert

Hacía más de tres años que Mariano Eckert no había expuesto en Santo Domingo. Durante el mes de diciembre, el artista dejaba su refinado hogar de Silver Spring, situado en las afueras de Washington y, puntualmente, tenía cita con el Voluntariado de las Casas, para presentar a sus numerosos amigos y un público fiel a la tradición pictórica, sus cuadros recientes. El Voluntariado dejó de existir, y Mariano, afectado por quebrantos pasajeros, prefirió no enfrentar el cansancio de un largo viaje. Él solía pasar varias semanas, sino meses, en la República Dominicana, retornando hacia los bosques de Maryland cuando despuntaba la primavera.

La decisión de exponer en Santo Domingo fue bastante repentina, y en estas circunstancias no había un mejor lugar que la Casa Virginia, casi una casa familiar, que además estrenó un salón en el tercer piso para esta ocasión. Mariloly de Severino cooperó con la preparación de la muestra y su montaje.

Una fiesta de

bodegones

Si Mariano Eckert había inquietado a sus adeptos, anunciando que, si no descartaba totalmente a los bodegones, iba a variar los sujetos, en torno a los retratos, la figura humana y los paisajes, la tranquilidad puede volver entre sus admiradores Se exponen aquí sobre todo los “still lifes” siempre buscados, y el montaje de Mariloly colocó atinadamente en paredes distintas, los otros temas. Escenas y personajes populares, también paisajes, llaman la atención, pero es un modo de señalarlos como parte secundaria de la muestra. Los bodegones recobran su importancia e imponen sus motivos bien conocidos.

Sin lugar a dudas, Mariano Eckert puede considerarse el gran intérprete del género en el arte dominicano. La crítica de arte, Laura Gil, había elogiado su “perfección silenciosa”, por cierto reflejo pictórico de una auténtica “still life”, la vida de Mariano. El esmero y la quietud siguen siendo cualidades facturales y psicológicas de la obra.

Del artista no debemos esperar cambios: él tiene su estilo muy definido por una convicción inquebrantable acerca del respeto de la academia y de la belleza clásica. Sabemos que su conocimiento del arte moderno y contemporáneo –además de leer, él visita las exposiciones en Washington le permitiría soltar la inspiración y el tratamiento de su pintura. No obstante, no lo quiere, no le interesa.

Por tanto, son asuntos de formatos, de modelos, de composiciones, que hacen la diferencia entre exposiciones. En ésta, las telas en su mayoría adoptan dimensiones pequeñas y aunque, según la propia denominación del autor, el “bodegón barroco” predomina, no hay, salvo una o dos excepciones, el barroquismo de los elementos desparramados y entrelazados en conjuntos, propuestos a los golosos y amantes incorregibles de la abundancia.

Seducción de la sencillez

¿Cosa de los tiempos? Composiciones y componentes prefieren la sencillez, a menudo una sola clase de frutas y vegetales, discreción de los recipientes y accesorios, reserva sino humildad en varias obras. Personalmente, nos quejamos, pues los cuadros menos ostentosos siempre nos parecieron los más atractivos. Un platón artesanal, un papel corrugado, una tabla rústica, he allí los acompañantes y soportes ideales para los manjares naturales Observamos además que los ingredientes criollos o las austeras Eucaristías de pan y vino han inspirado a Mariano Eckert en sus cuadros más personales e impactantes.

Si pensáramos en términos de música, diríamos que esta performance de un virtuoso hasta en los pasajes fáciles, multiplica variaciones rítmicas, sobre el tema del bodegón de la mesa cotidiana. Mariano Eckert, fiel al óleo y al lienzo de la más exigente calidad, trabaja intensamente, y se destaca la fluidez de un oficio consumado. La pincelada segura e invisible instrumenta una terminación meticulosa, pero más sensible, menos sistemática que en otros períodos, lo que igualmente nos alegra.

Entre los bodegones que preferimos están varios motivos de manzanas que permiten un juego ágil de círculos, la secuencia de alcachofas, los mangos apetitosos, dos piñas en contrapunto y por supuesto los tres panes de agua. Un curioso bodegón, preparado con elementos del mar, propone una configuración y un colorido no usuales en el pintor.

Hay generalmente, en lo formal, una presencia subyacente de la geometría –líneas direccionales, curvas, ángulos que contribuye al equilibrio compositivo. La luminosidad omnipresente, las modulaciones tonales, las armonías plurales nos recuerdan que Mariano tiene una fina y escrupulosa percepción del color.

En síntesis, esta exposición, pequeña en relación con muchas otras de Mariano Eckert, ha sido un evento inesperado y apreciado después de una ausencia que nos preocupaba. Y aprovechamos la oportunidad para expresar que la Casa Virginia podría presentar regularmente exposiciones en esa planta acogedora, amplia, abierta, rica en claridad natural. Nos hacen falta en Santo Domingo espacios para las artes visuales.

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