Una exposición tan diferente como esperada en salas de Casa de Teatro

Una exposición tan diferente como esperada en salas de Casa de Teatro

Alain Aumis es una gran personalidad cultural, francesa y antillana, inmersa en su labor cotidiana, omnipresente en la actualidad creativa dominicana. Pero es igualmente un artista sorprendente, inventivo, en constante proceso de renovación, con una capacidad especial para encontrar recursos plásticos… hasta en objetos cotidianos y artesanales que cautivaron su atención.

Si Pablo Picasso pretendía: “Yo no busco, yo hallo”… así mismo podría decir Alain Aumis. Él se apodera de las formas, de los materiales, de los artefactos, los manipula, les da otra vida, los reinventa discrecionalmente: son tal vez los mejores ejemplos, sus sillas criollas “pintarrajeadas” y su encantadora caja de muñequitas de trapo que nos “atrapan” desde el muro de Casa de Teatro. Por cierto, la exposición está muy bien montada.

Palimpsesto de hoy. Inmerso en su mundo secreto, él exalta la materia, las texturas, el color esencialmente, y lo hace en cada pieza intervenida. La seducción, plástica y cromática, que sintió el autor, culmina en una satisfacción a la vez perceptiva y espiritual para nosotros, los espectadores. Alain, reflejando su personalidad generosa, confiere peso y nobleza a un contexto elemental y simple como la batea. Triunfa la geometría sensible, y desde esa base primordial, prescindiendo frecuentemente de toda referencia, él encuentra de repente acordes pictóricos de gran riqueza, sinestesia vibrante entre la línea y el tono, lo visual y lo sonoro, lo popular y lo culto.

Una correspondencia que cabía esperar, pues nuestro artista es también musicólogo y, “a sus horas”, músico. A esta dualidad debemos agregar la escritura, pues él maneja el verbo con extrema soltura y un dejo misterioso.

Leamos por ejemplo esta frase:

“La materia es pretexto, lo que es menos es el grabado con fuego para marcar las palabras en la ceniza, para que ellos crepiten las pasiones desaparecidas.” .

Más aun, en sus cuadros surgen palabras, cuyos sentido y tipografía no solo se integran óptimamente, sino que agregan a la vez un componente físico e intelectual de alusiones diversas y símbolos, de construcciones a descodificar.

No nos sorprenderá entonces que el autor haya llamado “palimpsesto de la memoria”, a esta colección realmente singular, cual manuscritos antiguos borrados… que una escritura de hoy vuelve a marcar.

Colección y conclusión. Adrede, decimos colección, y no exposición… ya que Alain Aumis ha ido sumando unas obras a otras, las ha ido aumentando con una pasión callada, las ha ido pintando compulsivamente, cual coleccionista obsesivo incapaz de detener el goce de la acumulación. Lo ha hecho aquí, como lo hizo, con la misma pasión, en estadas anteriores…

Hace tiempo que él prometía exponer, y una pléyade de amigos -quienes tenían la suerte de conocer su obra “dominicana” y diferentes etapas- le recriminaba ese encierro. Al fin, luego de reflexionar bastante, Alain Aumis tomó la decisión de enseñar públicamente su producción artística. Además, él la muestra en el lugar que mejor le convenía, estética y emocionalmente: en la casa del arte y de la amistad.

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