Las familias Báez Báez, Báez Fernández y Fernández Moreau perdieron tres hijos en las expediciones de junio de 1959. Otro hermano, sobrevivió porque enfermó. Quiso venir pero los organizadores del desembarco, entrenadores, médicos y compañeros lo impidieron.
Se trata de Alejandro Báez Báez, Pedro Pablo Fernández Báez y Fernando Fernández Moreau, primo hermano de los primeros. El que quedó en Cuba fue Manuel Fernández Báez, Manolo.
La historia de estos valientes antitrujillistas es narrada por el economista y educador Gustavo González Santana quien no solo fue vecino y amigo entrañable de Alejandro sino que en su hogar de la calle “Monte Cristi” se hospedó Manuel antes de partir hacia Caracas y allí permaneció por un tiempo la abuela de estos revolucionarios, “Mamá Panchita”, a quien los nietos, sobre todo Alejandro, enviaba fotos y cartas.
González y Alejandro pasaban los días jugando en el patio de la casa del intrépido muchacho y son muchos los recuerdos que tiene de esa infancia inocente y feliz. Antes de que se le visitara para la entrevista se trasladó a San Carlos y fotografió la vivienda de los Báez.
“Ellos ocupaban dos puertas, en otra estaba la zapatería “La Porteñita” y otra área la alquilaron a un médico geriatra. Era una casa de esas que se construían a lo largo. Alejandro y yo éramos como hermanos porque su madre y la mía tenían una relación muy familiar”.
A pesar de que Gustavo ingresó al Seminario Santo Tomás de Aquino al concluir el octavo curso, recibió después con estremecimiento y dolor la noticia del martirio de este compañero de juegos de sus primeros años.
Escuchó noticias, rumores, tanto al volver a San Carlos como en el propio seminario donde había seminaristas contrarios al régimen, entre los que menciona a Viriato Sención, Antonio Lockward, “Monchú” Pons Bloise, Vinicio Disla… “Fue una experiencia importante. Tuvimos un calié infiltrado cuando cursábamos filosofía que luego se fue a Nueva York”.
González Santana fue amigo de las tres familias de expedicionarios. Cuando “doña Chea” se marchó definitivamente, su madre, Edelmira Santana, mantuvo la amistad con “doña Fefita” que casó con Buenaventura Báez, el padre de Alejandro. Y él ha seguido la relación afectiva con los Fernández Moreau.
De doña Chea recuerda que viajaba a Estados Unidos “y nos traía regalos. En las navidades instalaba su árbol con adornos que traía, entre ellos unas velitas de ebullición. Una vez lo armó con velitas de verdad, las encendió y el arbolito cogió fuego”.
La dama, añade, “tuvo un primer matrimonio con un señor de Monte Cristi, Guillermo Fernández, padre de Pedro Pablo, que tenía dos hermanas: Carmen y Mirtha”.
Evoca los juegos nocturnos de salón en el hogar de los Fernández Báez de los cuales eran líderes las hembras. “La mayor de ellas, Carmen, tenía un novio y yo le servía de correo. En cuanto a Manuel puedo decirte que pernoctó en casa porque ya los demás estaban en Venezuela, solo quedó Mamá Panchita, que vivió con nosotros. Mamá la acompañó al aeropuerto cuando se fue”. En 1964 Gustavo visitó a Mirtha en Caracas.
Familia de patriotas. El primero que demostró su pasión antitrujillista e inició la lucha contra la dictadura a temprana edad fue Pedro Pablo Fernández Báez, que fue al exilio, motivado por Fernando Fernández Moreau que ya residía en Caracas. Desde antes de la expedición se le vinculó a conspiraciones para derrocar al régimen. “El 29 de julio de 1958, en Miami, Florida, fue descubierta y desarticulada una expedición de patriotas contra la tiranía de Rafael Trujillo”. Pedro Pablo encabeza el grupo en el que aparecen otros antitrujillistas.
“El exilio se concentraba básicamente en ese país”, explica Gustavo quien confiesa que cuando vio el reportaje del domingo pasado en HOY Se emocionó al ver las fotos de Alejandro. “Inmediatamente llamé a mi hermana. La relación de familia entre nosotros era como de hermanos”.
También contactó al doctor Rodolfo (Ruddy) Fernández Moreau, hermano de Fernando, quien le facilitó fotos e informaciones de sus parientes. “Ciertamente, dice Gustavo, Alejandro y sus hermanos fueron emigrando a Venezuela a través de los Fernández Moreau, que eran antitrujillistas”.
Recuerdos de Alejandro. Gustavo y Alejandro nacieron en 1941. Maritza, la hermana de Alejandro, se les unía en los juegos. Recuerda que vivieron juntos la experiencia del terremoto de 1946.
En 1959 Gustavo recibió la noticia del desembarco “y posteriormente me enteré por unos cadetes amigos que Alejandro y Pedro Pablo habían venido”.
Recibió una versión de la muerte de Alejandro: “Se decía que tenía un tío, César Báez, famoso por su crueldad, al que se le informó que un familiar estaba buscándolo. Unos dicen que él mismo mató a Alejandro y otros que reaccionó: “¡A mí no me importa que lo maten!”
Otros le narraron que el propio Alejandro pidió verlo y él respondió: “En mi familia no hay traidores” y “según una fuente militar cercana, el mismo César Báez lo mató”.
Ya para 1959 la familia suya se había mudado a la calle Salcedo pero en el barrio se comentaba: “Qué pena, vinieron los dos hijos de doña Chea y los mataron”. Comenta: “A mí me dolió muchísimo, con Alejandro tuve vivencias personales. Era muy activo, vivaz, simpático, al que igual que sus hermanos” a los que define bien parecidos. “Carmen era muy bonita”.
“Alejandro era rubio, de piel blanca. Jugábamos pelota con limones; bolas, trompos”. Como muchos, comenta que la foto en la que aparece con sombrero no se le parece.
Manifiesta que al enterarse de la muerte sintió profunda tristeza. “Duele mucho perder un amigo que uno conoció y trató, es más, por el arrojo que demostró, pensé que era mayor, ahora fue que me enteré que solo tenía 18 años”.
Algún homenaje. Gustavo González entiende que se debe “individualizar el impacto de cada uno de ellos” y tratar con las fundaciones patrióticas y el Museo de la Resistencia para que se le rinda algún tributo.
Sugiere que se designen calles o avenidas con sus nombres y en el caso de Alejandro que también se coloque una tarja en la calle “Monte Cristi”, que diga: “Aquí vivió el expedicionario Alejandro Báez Báez, quien ofrendó su vida por la libertad del pueblo dominicano en la expedición contra Trujillo del 14 de Junio de 1959”.