Una farsa llamada seguridad social 

Una farsa llamada seguridad social 

JOSÉ LOIS MALKUN
Cuando fui nombrado como Coordinador de la CERSS al inicio del Gobierno de Hipólito Mejía, me encontré con un sector que conocía poco. Por ello, era necesario tener a mi lado gente de prestigio que conociera del tema y me ayudara a ejecutar mi labor. Fue así como se nombró el Consejo Asesor de la CERSS que originalmente lo conformaron los doctores Bernardo Defilló, José García Ramírez, Elías Serrulle, Jesús Feris Iglesias, Bélgica Beato, César Mella y Félix Escaño. Un excelente equipo para manejar eficientemente cualquier institución.   No pasó el primer mes de mi gestión sin que me diera cuenta de una cosa. El sistema de salud de nuestro país era la porquería más grande que uno pudiera imaginarse.

Los hospitales de la SESPAS y del IDSS no tenían, salvo raras excepciones, las condiciones mínimas para atender seres humanos, y PROMESE era un instrumento politizado, como lo sigue siendo hoy.

Yo me pregunté ¿cómo diablos vamos a gastar 100 millones de dólares de dos préstamos del BID y el Banco Mundial en una reforma donde los primeros que no creen en ella son los que dirigen el sector salud y los que se benefician del caos existente? Fue en esos días que me enteré por Arismendy Díaz Santana y el senador Iván Rondón de que en el Congreso Nacional existía una ley de Seguridad Social desde hacía diez años, que no se había podido aprobar por las objeciones de muchos grupos de interés y de la oposición de los gobiernos pasados.

Y encontré en esa ley el nicho perfecto sobre el cual yo sembraría mi labor en el sector salud porque definitivamente no había otra solución para impulsar las reformas. Todos me apoyaron en ese esfuerzo y a los robles perredeístas les gustó la idea, por tratarse de un viejo sueño de su líder, el doctor José Francisco Peña Gómez.

Y así comenzamos a discutir la ley y a reelaborarla, buscando el consenso de todo el mundo. Integramos al equipo a Rondón y a Díaz Santana y lo olvidado se convirtió en la vedette del momento. Muchos recordarán las marchas de la AMD en contra de la ley. Las disputas públicas entre los empresarios y gremios de trabajadores. Las reacciones, a veces amenazadoras, de las compañías de seguro médico y los golpes bajos del propio sector público. Muchos funcionarios se opusieron a la ley, como sigue sucediendo hoy. Pero nuestro grupo era fuerte. Teníamos el apoyo del Presidente, sin lo cual no se hace nada en este país. Dedicábamos 10 y 12 horas al día a promover la ley y consensuarla. Conseguimos que el BID y el Banco Mundial especializaran recursos del Programa de Reforma del Sector Salud, para apoyar el proyecto. Y peleamos a fondo en el Congreso, para que este sueño se convirtiera en realidad.

De eso hace seis años, tres del Gobierno pasado y tres de este Gobierno, período en el cual ese sueño se convirtió en una pesadilla. Mientras tanto se tiraban otros 100 millones de dólares a la basura, que no reformó absolutamente nada. De lo contrario cabría preguntarse ¿por qué sigue operando la SESPAS, como si no existiera la Seguridad Social? ¿Por qué esta institución sigue derrochando recursos en una empleomanía innecesaria, médicos que no cumplen su labor y en una atención hospitalaria vergonzosa? ¿Por qué sigue existiendo el IDSS como si nada hubiera pasado? ¿Por qué PROMESE sigue en lo mismo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Por los intereses de todos los que se ven afectados por esta ley, que se suponía, cambiaría toda esa porquería.

Entonces llega el momento de establecer el Seguro Familiar de Salud para el régimen contributivo, pero manteniendo todo el resto igual. Porque la idea original era que los hospitales públicos, una vez reformado el sector salud (SESPAS e IDSS) compitieran con el sector privado, ofreciéndoles a los asegurados menos favorecidos un servicio de calidad. Hospitales que se administraran independientemente, con una asignación directa del Presupuesto para el régimen subsidiado, pero financiándose también con los seguros del régimen contributivo. Médicos cobrando sobre pacientes atendidos en vez de recibir un cheque sin hacer nada. Con una SESPAS que debía tener no más de 500 empleados para trazar políticas y estrategias.

Esa reforma por si sola le ahorraría al Gobierno miles de millones de pesos que se gastan en el sector salud, pero que nada tiene que ver con la atención a los pacientes. Dinero que podría utilizarse en hacer de la seguridad social una realidad. ¿Nadie se da cuenta de eso? Me asombra que en este país todavía no se entienda que sin una reforma profunda del sector salud es absolutamente imposible implementar el proyecto de seguridad social en cualquiera de sus regímenes.

Mi recomendación es que se olviden de la seguridad social, porque la forma en que se quiere implementar no cambiará la porquería de lo que tenemos en materia de salud. Será otra farsa más.

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