Una fascinante “Viuda alegre” en el Teatro Nacional

Una fascinante “Viuda alegre” en el Teatro Nacional

La alegría contagiosa de una rica viuda, sus amores y requiebros, el encanto frívolo de la “belle époque”, el humor y el romanticismo, son elementos esenciales  de “La viuda alegre”, la famosísima opereta del compositor Franz Lehár, inspirada  en la comedia de Henri Meilhac “L’attaché d’ambassade”.  El libreto trivial de Víctor León y Leo Stein nos cuenta las peripecias de un embajador para que la fortuna de la viuda permanezca en su país, logrando que ésta se case  con un nacional.

En “La viuda alegre”, y siendo propio del género, se alternan diálogos de fino humor, situaciones de enredo y números atractivos de bailes, con momentos musicales hermosos, parte esencial de la obra, que no obstante su carácter ligero, demanda de excelentes voces capaces de abordar las exigencias vocales de los diferentes personajes, porque en definitiva,  son los cantantes los verdaderos protagonistas.

  La puesta en escena  de esta obra, producción de Edgar Pérez, en el Teatro Nacional, cuenta con la participación de conocidos artistas nacionales e internacionales.

Desarrollada dentro de un marco escenográfico  atractivo y sugerente, con pinceladas de “art nouveau”, creado por José Miura,   nos  introduce en el disipado y festivo ambiente de la época y sus personajes deliciosamente burgueses, a lo que contribuye,  además, el apropiado vestuario.

La fascinante música de Lehár desde los primeros acordes, nos hace vibrar, y una sensación de felicidad se apodera de todos; se produce la magia, música y escena, formidable simbiosis de artes.  A manera de exordio, el tenor Juan Tomás Reyes,  -vizconde Zancada- con su bien timbrada voz,  da la bienvenida e invita a un brindis, inicia la fiesta. Ana de Glavari, la viuda, interpretada por la soprano Elizabeth Caballero, hace su entrada, la diva monopoliza la escena con su presencia y voz de rico centro y potentes agudos, a lo que adiciona elegancia de movimientos y gestos elocuentes,  llenos de picardía.

El “Conde Danilo”, el impenitente y atractivo seductor, es interpretado por el tenor Edgar Pérez,  quien navega en la medianía entre el desempeño escénico y vocal. El  climax esperado, el bellísimo “vals” símbolo de la alegría de vivir, no logra trascender escénicamente. El personaje de Camille Rosillón, infortunado pretendiente, encuentra en el tenor  Enrique Pina, un magnífico exponente, su voz de hermoso timbre logra excelente impostación, que se decanta en los duetos junto a la soprano Gisela Zivic,  una exquisita “Valecienne”, de buena voz e histrionismo desbordante.

Los dos momentos líricos más elevados los ofrecen, Enrique Pina, cuando canta  “Como un capullo de rosa” y Elizabeth Caballero al interpretar con gran finura y sutileza, la balada de  “Vilja”, la ninfa enamorada de un mortal. El barón Mirko Zeta,  -Alberto Llovet Vázquez-, y  el canciller Niegus,  -Israel González Álvarez, logran una   mutual entrañable, con verdaderos momentos de comicidad.

Otros personajes, como el de “Raul Saint Brioche”, a cargo del tenor Pedro Pablo Reyes, y los encarnados por los actores Ernesto Báez, Omar Ramírez, Mario Lebrón y las actrices Vivian Camilo, Laura Lebrón y Elvira Taveras, hacen las delicias del público en sus diferentes intervenciones.

Uno de los aspectos más relevantes de esta presentación  es la movilidad escénica y el buen manejo de los grupos corales,  atinada dirección escénica de Humberto Lara, así como la de los directores artísticos: Antón y Reynaldo Fustier.

El elemento visual de mayor impacto lo es, sin duda, los bailes, pasando por los valses, los folclóricos, hasta llegar al divertido cancán, de las bailarinas del Maxim’s. Los integrantes del Ballet Nacional interpretan las coreografías de Armando González apropiadas a cada estilo, dando énfasis al conjunto y oportunidad de lucimiento a los solistas.

El soporte musical brindado por la Orquesta Filarmónica  Dominicana, bajo la acertada conducción del maestro  Carlos Andrés Mejía, ha sido determinante para el éxito de esta opereta, cuyo final feliz disfrutamos todos.

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