Una fascinante “Traviata” en el Teatro Nacional

Una fascinante “Traviata” en el Teatro Nacional

La más representada ópera de Giuseppe Verdi, “La Traviata”, basada en la obra “La Dama de las Camelias” de Alejandro Dumas, hijo, regresa al Teatro Nacional después de veinte años bajo la dirección artística y musical del maestro José Antonio Molina, en una producción general de Fidel López.
El personaje estelar de Violetta es alternado los días 10 y 12 de abril por las sopranos María Katzarava –mexicana- y nuestra Nathalie Peña-Comas. Alfredo Germont es interpretado por el tenor costarricense David Astorga, y Giorgio Germont por el barítono venezolano Pedro Carrillo. Esta versión de “La Traviata”, quizás la ópera más versionada, está ambientada en los años 50, en nuestro país, pero por encima de cualquier transposición, la música de Verdi, la mística y el espíritu del compositor permanece, y en esta versión “criolla” esta se mantiene incólume.
Con suaves armonías, los violines inician el melancólico preludio, luego continúa una melodía contrastante, apasionante, sentimental y a la vez premonitoria, finalmente el preludio, suavemente muere… como la protagonista del drama, y mientras nos envolvemos en esta sublime música, la escena, con imágenes en transparencia, nos sitúa ¿acaso, en el antiguo Campo Santo de la avenida Independencia? y participamos del funeral. El cuadro es sobrecogedor.
Todo cambia, el buen gusto y criterio de Fidel López es evidente, la hermosa escenografía del primer acto, nos remite a una fiesta en un gran salón ¿del hotel Jaragua? En aquella fiesta se encuentra la famosa cortesana Violetta Valery rodeada de amigos, luego llega Alfredo Germont y con él, el amor a su vida. Escuchamos entonces el famoso brindis “Libiam nei lieti calici”, que inicia Alfredo, -David Astorga- al que luego se unen Violeta –María Katzarava- y el coro, que con creces participa en este momento emblemático. Astorga es un joven tenor con un hermoso timbre de voz, de agradable sonoridad y buena proyección, en el dueto “Un die felice” junto Katzarava, logran un excelente acoplamiento. El primer acto finaliza con la emotiva aria de coloratura “Ah, fors’ é lui”, seguida de la cabaletta “Sempre libera”, en la que la soprano muestra todo el potencial de su voz y una técnica depurada que se decanta en los agudos. Al terminar la fiesta, -fuera de escena-, se escucha la voz melódica de “Alfredo” cantando al amor… el instante es entrañable.
En el segundo acto –primer cuadro– se recrea la bella casa de Violeta, de estilo victoriano, en un pueblo del interior. Allí ha vivido feliz junto a su amado Alfredo, quien canta a su felicidad en una melodiosa romanza “Dei miei bollenti spiriti”. Pero la felicidad dura poco, la llegada de Giorgio Germont, padre de Alfredo lo cambiará todo.
Pedro Carrillo, un barítono que posee buena técnica, personifica al adusto personaje en su justa dimensión, logrando su mejor momento con la melodiosa aria “Di Provenza il mar”.
Del ambiente bucólico, en su segundo cuadro, se pasa a la espléndida fiesta en la casa de Flora, la amiga de Violeta. Este personaje tiene dos intérpretes, dos mezzosopranos de hermosas voces: Glenmer Pérez, y Pura Tyson. El tenor de hermosa y potente voz Otilio Castro, interpreta a Gastón” –amigo de Alfredo–. Kenny Gómez es el Baron Douphol –amante de Violeta– y Eduardo Mejía, con potentes registros graves, es D’Obigny. Dos jóvenes y talentosas sopranos, Sibelle Márquez y Sayli Pérez, se alternan en el papel de Annina –la criada de Violetta–. En el tercer acto, el Doctor Grenvil es interpretado por Alberto Durán –bajo– y el tenor Eddison Feliz, a Giuseppe y al mensajero.
El ambiente festivo toma un nuevo colorido con la entrada de las gitanas accionando sus panderetas, y luego los matadores; la mascarada se transforma en una danza vibrante, diseñada por Carlos Veitía y bellamente ejecutada por los bailarines de Ballet Concierto Dominicano. Al llegar a este punto hay que reconocer el excelente desempeño del coro, dirigido Elioenai Medina, y el trabajo de la soprano Paola González como “coach” de voces. La escenografía colorista de este segundo cuadro es de gran belleza.
El bellísimo preludio, “antesala de la muerte” del tercer acto rememora los temas fundamentales de la opera. La escena nos sitúa en una sala del hospital Padre Billini –por suerte, de aquella época–, pero las camas, algunos enfermos y hasta una monja le restan sustancia a la verdadera esencia del entrañable momento que no es otro que la soledad de Violeta. Pero lo más importante son los protagonistas, que logran un final conmovedor, Violetta canta… el postrer “Addio del Passato”. María Katzarava emociona con su voz potente y emotiva actuación.
Hay un aura que lo cubre todo, una batuta que pauta precisa y clara a la orquesta, que no perturba el canto, sino que lo potencia. Este logro es alcanzado por la estupenda dirección musical del maestro José Antonio Molina, cuyo dominio de la partitura, que en un acto de genialidad memoriza en su totalidad, consigue hilvanar a través de la melodía producida por los excelentes músicos, cada una de las partes de esta puesta en escena logrando, finalmente, la coherencia y belleza del todo.
Un factor esencial en esta “Traviata” es la creativa puesta en escena del polifacético artista Eduardo Villanueva, cuya atractiva serie de soluciones permite la movilidad constante del coro y los personajes, siendo cada escena matizada con las luces diseñadas por Bienvenido Miranda.
A la ambientación de la ópera en la década de los años 50 del siglo pasado, le corresponde un vestuario acorde, los trajes diseñados por Leonel Lirio con sus “cretonas” para las jóvenes, son de buen gusto y se corresponden con la época. Felicitamos a todos los que hicieron posible esta ópera, a la espera de nuevas presentaciones.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas