Una finca llamada RD

Una finca llamada RD

Balaguer calificó de “indelicadezas” las acciones depredadoras contra el erario, quizás influenciado por su formación en la diplomacia.

Otros han asumido que se trata de casos aislados que no empañan su ejercicio presidencial, mientras algunos, talvez más indulgentes, han pretendido exculparse con un tajante “eso es un mal de nuestro tiempo”.

La corrupción administrativa pasó hace tiempo de ser un vicio a un flagelo que carcome los cimientos de las democracias.

En América Latina son harto conocidos los actos de depredación a los Estados, y escasamente condenados por la justicia los autores de tales desfalcos a los bienes públicos.

El dictador Trujillo hizo del país un negocio personal a su medida, y no hubo empresa o actividad industrial que escapara de su control y de su ego.

Desaparecida la tiranía, muchos haberes estatales pasaron a manos del sector privado.

En el terruño estamos tan acostumbrados a las malas acciones, que todo lo dañino, inmoral e inescrupuloso lo aceptamos con la mayor naturalidad del mundo.

Poco se investiga, poco se castiga y se ocultan al público conocimiento los delitos en que mucha gente incurre para que, al menos así, se le aplique la sanción moral.

Los políticos han manejado la nación como una herencia paternal, quizás en el entendido de que “el Jefe” dejó testamento en sus nombres.

La sociedad va en franca degeneración.

Individuos que en un pasado carecían de riquezas conocidas, han sido los beneficiarios de la gran finca llamada RD.

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