Una flor para Orlando

Una flor para Orlando

Luis Scheker Ortiz

Orlando era un alma sensible, una persona honesta y sencilla

La noticia fatal me tomó de sorpresa. Se había regado como reguero de pólvora. En llegando al umbral de mi casa, a prima noche, mi esposa Raulina me esperaba en la puerta con un grito angustioso, desgarrador ¿Dónde has estado?

¡Han matado a Orlando! ¿Cómo, qué dices? ¡Que mataron a Orlando! Quedé paralizado. No podía creerlo, me resistía a creerlo.

Caí abatido. Era como si una lanza maldita me partiera en dos el corazón. Fue una noche triste para el recuerdo. Esa noche, 17 de marzo del año 1975, pervivirá para siempre. Mis ojos, nublados por el llanto no durmieron. Entonces escribí para el recuerdo “Una flor para Orlando”.

Apenas días atrás, 25 de febrero, Orlando, en su columna Microscopio del periódico El Nacional de Ahora! había publicado un artículo “¿Por qué no, Dr. Balaguer”.

Justamente indignado por el impedimento de entrada al país impuesto “a un artista de ganado prestigio y de calidad moral como Silvano Lora” denunciando la ralea de gente protegida y favorecida por su Gobierno criminal y corrupto concluyendo su artículo con una recomendación final, que provocó su muerte:

“Si es inevitable que esta situación continúe, si es imposible evitar actos indignantes y miserables como el que presencié el domingo en el aeropuerto, ¿Por qué, doctor Balaguer no se decide usted a subirse en el avión o en el barco y desaparecer definitivamente de este país junto con todos los que anteriormente he mencionado?”.

Orlando era un asiduo concurrente a las tertulias que acostumbrábamos celebrar un pequeño grupo de amigos en la casa de “Tiíta Emma”, como le llamaba Minou, adolescente, a su tía Emma Tavares Justo, ubicada en la calle Wenceslao Álvarez, para conversar, comentar, analizar y discutir la penosa situación por la que atravesaba el país y la clase más desposeída y otros temas ocasionales de interés nacional durante la oprobiosa dictadura del Dr. Joaquín Balaguer luego de la grotesca intervención militar del Gobierno de Lyndon B. Johnson para evitar el triunfo del pueblo dominicano en armas durante la Revolución de Abril del 65.

Esa vez Orlando se había presentado algo preocupado, cosa inusual en él, por su escrito anterior como si temiera algún atentado contra su persona, habiendo recogido algunos indicios. Tratamos de calmarlo, pero quedó la inquietud de todos, de lo peor.

Orlando era un alma sensible, una persona honesta y sencilla, servicial, de exquisito trato que abrazó con pasión el periodismo como órgano de difusión de su pensamiento, sus ideas y sus convicciones políticas y revolucionarias “en defensa de la verdad y la verdad os hará libres”. Esa noche tormentosa escribí estos versos para el recuerdo: Una flor para Orlando, que vivirá para siempre.

Que no se vaya el metal persuasivo de tu voz/ Que no se pierda el calor verdad de tu acento/ que con tu vida, que se nos va nos llegue el aliento/ de luchar por una vida mejor.