Una foto de 1979 con Bosch delante

Una foto de 1979 con Bosch delante

POR MIGUEL D. MENA
Hay fotos que se guardan en algún libro, como hojas, notas, y sin embargo, siempre se siguen viendo. El 30 de junio de 1979 el profesor Juan Bosch cumplió 70 años. Alrededor de ese día el país espiritual dominicano vivió una fiesta como nunca se había visto. Santo Domingo se convirtió en noches de Gabriel García Márquez, Nicolás Guillén, Miguel Otero Silva, Manuel Maldonado Denis, Julio Le Riverand, Raúl Rivero, Regis Debray, Carmen Ballcels.

El viejo hostal Nicolás de Ovando fue casa de conversaciones, encuentros, fiestas, sueños, nostalgias.

Nuestro país comenzaba a salir de los doce años del primer balaguerato. Salíamos de noches paramilitares, de un país en blanco y negro, hecho a la medida de quien no sabía nada y donde el decir bonapartista era la norma. En 1978 el país había comenzado a poner un basta al exilio, el crimen y la sordidez de los herederos de la ocupación militar norteamericana de 1965.

Los 70 años de Juan Bosch fue la posibilidad de tener a Manuel Maldonado Denis, un intelectual puertorriqueño en la estela de Hostos y Albizu Campos. En la actividad culminante de ese cumpleaños en el Club Mauricio Báez, Nicolás Guillén leería el poema “Tengo”.

Al recuperar esta foto que anexo junto a estas líneas, no dejo de tener una extrañísima sensación. Lo primero es, modestia aparte, lo extraño que es el verse uno y a tantos años y advertir que como en casi todas las fotos, se está mirando a cierta puerta que bien pude ser un abismo, porque así sólo será la imagen del futuro.

Esta foto –¿del 30 de junio?- del 1979 fue tomada en el Museo de las Casas Reales, durante la apertura de una exposición de artistas plásticos en homenaje al cumpleañero. Su autor fue uno de esos reporteros de los que nunca supe el nombre y a quien siempre veía en todo lugar, desde la Biblioteca Nacional hasta en las manifestaciones de la Universidad Autónoma.

De derecha a izquierda veo a la esposa de Nicolás Guillén, en el fondo a alguien que no conozco y luego al también poeta cubano Raúl Rivero, y para completar el primer set, al autor de “Sóngoro Cosongo”.

En mi primer viaje a Cuba, invitado por la Unión Nacional de Escritores y Autores de Cuba en 1983, para celebrar los 25 años de la Revolución, volví a ver a Guillén y a su ya no secretario Raúl Rivero. Durante esas actividades, celebradas en el Palacio de las Convenciones, a diferencia de lo acontecido en Santo Domingo, no pude tirar ningún cable a esas dos personalidades. A ello se agregaba la inexperiencia entre semejante multitud de autores y al hecho de ser el único invitado dominicano. Guillén siempre estaba en su trono de la UNEAC y Rivero vivía en noches similares a las del autor de “Bajo el volcán”. Años después Rivero asumiría la disidencia interna y luego el exilio. En septiembre del 2005 lo volví a ver en el Festival de Literatura en Berlín, en noches de trago junto a Soledad Álvarez y amigos.

Junto a Guillén, cabizbajo, está el periodista Santiago Estrella Veloz, luego el autor de estas líneas, doña Carmen Quidiello de Bosch, ligeramente oculto el escritor Marcio Veloz Maggiolo y don Juan Bosch. Para esa noche todavía se esperaba a García Márquez, quien abría de arribar al día siguiente en una avioneta cedida por el presidente de Panamá Omar Torrijos. Después de la exposición en el Museo de las Casas Reales, al día siguiente el programa se desarrollaría en La Vega, donde se le haría un homenaje y se develaría una tarja en la casa donde pasó parte de su infancia.

El mal gusto de las autoridades municipales, encabezadas por un síndico perredeísta, no se hizo esperar. En medio de su discurso éste hizo alusiones falsas a la gestión gubernamental de Bosch. Todo el mundo quedó callado cuando don Juan se levantó inusitadamente de su asiento y tomó las escaleras para dejar el recinto. Lentamente el público comprendió el mensaje e hizo lo mismo. Aunque no era edecán ni nada por el estilo, me vi tomando del codo a Nicolás Guillén y ayudándolo a bajar para llevarlo a lugar tranquilo. Ya en la calle y frente a la casa infantil de don Juan, las aguas bajaron y se retomó el tono festivo y un tanto nostálgico por tantos años de luchas y haceres.

Ya de vuelta a Santo Domingo, todo comenzó a concentrarse en aquella segunda planta mítica de la César Nicolás Penson 60.

Sin quererlo, la resonancia de este cumpleaños sirvió para que la figura de Juan Bosch fuese retomado en la palestra internacional. Gracias a la iniciativa de Julio Cortázar –como podemos leer en su epistolario-, a don Juan se le invitó a formar parte del Tribunal Internacional Russell. Esta era una importante iniciativa del filósofo Bertrand Russell en 1966, que comenzó investigando y denunciando los crímenes de guerra en Vietnam, extendiéndose luego en los años 70, frente a las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, y buena parte de América Latina. A este tribunal habían pertenecido intelectuales del porte de Sartre, Isaac Deutscher, Peter Weiss, y políticos como Lázaro Cárdenas.

Veo esta foto y vuelvo a esa sensación de bondad que siempre despedía Juan Bosch.

Todavía estoy celebrando su cumpleaños.

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