Prácticas de notables perjuicios en la provincia Duarte, que a su vez delatan ausencia a nivel nacional de regulaciones a la aplicación de insecticidas y fungicidas a plantaciones, han alcanzado planteles vecinos una y otra vez. Nadie ha muerto pero llevar alumnados completos a centros médicos con agudos síntomas de intoxicación ha ocurrido repetidamente. Ninguna consecuencia legal ha devenido para los fumigadores que, lógicamente, no han tenido los pies sobre la tierra ni sobre las realidades del mal que causan a nivel del suelo: esparcen venenos desde avionetas cuyo sonido de motor tiene ya para comunidades rurales francomacorisanas preludio de severos daños a la salud. Desde el aire les están cayendo químicos que generan lesiones craneales crónicas, convulsiones, problemas de concentración, hipotiroidismo, infertilidad y malformaciones transmisibles a descendientes. Esto, además de que la alta concentración de los tóxicos que los dueños de predios mandan a esparcir sobre zonas rurales mata, además de a insectos dañinos, todos aquellos que en la naturaleza son de provecho para la producción y no encierran peligros para otros seres vivos.
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El manejo irresponsable de componentes letales sin previo estudio sobre posibles consecuencias para los seres humanos es de deplorable historial para la humanidad. Decenios atrás un sedante de éxito de venta industrializado con fórmulas moleculares mal concebidas, y de nombre Talidomida, provocó en Alemania miles de nacimientos de bebés con extremidades deformadas. Para la misma época se extendió por el mundo sin previo estudio para saber si sería inocuo a las personas un plaguicida de nombre DDT. Quedó proscrito después de que se comprobó que su malignidad se acumulaba en los humanos que tuvieron contacto con él en hogares. Se le relacionó con un menor nivel de testosterona, bajo volumen de semen y estrecha relación con el cáncer de mamas. La Comisión Ambiental de la UASD ha propuesto (vista la inacción de autoridades) integrar un comité con científicos privados y estatales que asuman la supervisión sobre la erradicación de plagas con vuelos rasantes a cargo de pilotos que confunden planteles con sembradíos.