Muchas ideas se quedan en el escritorio o en los sueños por la falta de acceso a los recursos económicos necesarios. Pero también es cierto que existe mucho capital sin invertir debido a la ausencia de una gran idea.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué es más importante, una gran idea o un gran capital?
Probablemente, los más idealistas dirían que las ideas siempre estarán por encima del poder económico, mientras que otros se aferrarían a la influencia que otorga el capital.
Cuando analizamos ejemplos de empresas como Apple, Amazon o Google, que nacieron en un pequeño garaje con relativamente pocos recursos, podemos suponer que siempre es posible convertirse en un gigante.
En nuestro sistema económico actual, el capital marca una gran diferencia entre quienes tienen acceso a múltiples privilegios y quienes ni siquiera llegan a conocer que estos existen. Esto convierte al capital en un gran catalizador de ideas.
Los grandes visionarios invierten tiempo y recursos en descubrir talentos que puedan aportar ideas innovadoras para capitalizar una inversión. Asimismo, las grandes empresas destinan enormes cantidades de recursos para lograr innovación.
Desde la idea de que la Tierra era redonda, pasando por el sueño de los hermanos Wright de crear un artefacto volador, hasta la visión de conectar al mundo a través de una gigantesca red, hemos visto surgir ideas verdaderamente revolucionarias. Sin embargo, ninguna de ellas habría alcanzado su desarrollo sin acceso a recursos económicos.
¡El gran reto es cómo unir ambos escenarios!
La realidad es que, para crear algo nuevo o transformar de manera innovadora lo que ya conocemos, es imprescindible la combinación de ambos elementos. Una gran idea sin capital nunca podrá desarrollarse, mientras que un gran capital sin una gran idea seguirá siendo solo un activo más.
Según Robert Kiyosaki en su libro Padre Rico, Padre Pobre, existe un mundo de oportunidades accesibles únicamente para quienes poseen mayor capital.
Bill Gates lo resumió de manera acertada: «Las más grandes ideas no siempre provienen de quienes están en la cima de la organización…».