Una hembra ventanera

Una hembra ventanera

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX(y V)
Jehuda Löw ben Bezalel, el rabino de Praga, conocido como el rabí Löw, fue el creador del Gólem.  Lo hizo con barro del río Moldava y le dio vida mediante tres conjuros sucesivos: el primero lo dijo el yerno del rabino, que se refería al fuego; otro conjuro lo pronuncio el discípulo de Low, que se refería al agua; el rabino mismo se encargo del tercer conjuro, relativo al aire; entre todos proporcionaron tres elementos: fuego, agua y aire.

  Con tierra – cuarto elemento fundante – habían modelado el muñeco que se llamaría Josef Gólem y creado de ese modo un ser humano artificial.  El Gólem protegería la sinagoga Altneu y el barrio judío de Praga de sus muchos enemigos.

La figura del Gólem ha dado lugar a que se conciban cientos de historias semejantes, entre ellas la muy famosa del monstruo del doctor Frankenstein, escrito por Mary Shelley en 1817.  El Gólem «vivió» entre 1580 y 1593, fecha en  la que fue destruido, según asegura la tradición checa.  La ciudad de Praga tiene muchos encantos: artísticos, arquitectónicos, históricos, gastronómicos; pero, además, tiene al Gólem, para uso de turistas, de eruditos, de  bebedores de vino.

Podríamos pensar que Praga, probablemente la ciudad más bella de Europa, no necesita de un monstruo inquietante y siniestro como el Gólem.  De noche el cielo de Praga es de un azul especial – que debería llamarse azul Praga -, un intenso color mucho mas hermoso y confortable que el azul Prusia, al fin y al cabo un color militar y ferroso que ya solo se usa para pintar soldaditos de plomo.  Praga es una preciosa ciudad barroca – o barroquizada por la emperatriz Maria Teresa – con incrustaciones románicas, llena de sustos medievales, de fervor religioso y de sufrimientos políticos. En esa atmósfera histórica cabe perfectamente un Gólem. El espantoso Gólem funciona como un poco de pimienta en un guiso de brujas cultas.

New Orleáns, una ciudad francesa crecida al borde del Mississippi, posee toda clase de atracciones para el turista: la música de jazz tradicional, los mejores platos de la cocina mestiza de Luisiana, los cantos piadosos de los esclavos negros, el baile del tap tap.  Sin embargo, las autoridades municipales – y las turísticas también – han entronizado en los museos a una hechicera haitiana llamada Marie, la ternera bella; se atribuye a esta mujer habilidades amatorias que ningún hombre de su tiempo podía resistir.  La seductora haitiana elaboraba pócimas para el amor; llego a tener clientes de todas las clases sociales; sus brebajes eran usados por hombres y mujeres.  Instaló un negocio, mitad botica y mitad burdel, que prosperó rápidamente hasta convertirse en leyenda.  Cuando Napoleón vendió la Luisiana al Presidente Jefferson, en 1803, Marie, la ternera bella, paso a ser parte del inventario de bienes de la naciente Unión Americana.  La carrera de seducción de Marie, la ternera bella, no ha terminado aun.  Comenzó por atrapar franceses, esclavos africanos, luego ingleses, españoles; su fantasma – promovido ahora por carteles de turismo – sigue una marcha de encantamiento: seduce hoy a los viajeros de veinte países y a los estudiantes de dos universidades vecinas, Tulane y Loyola.

Joaquín Balaguer escribió un libro acerca de los monumentos coloniales de Santo Domingo: La ciudad romántica.  Estas paginas del controvertido político dominicano fueron redactadas con lenguaje oratorio y propósitos ideológicos claramente manifiestos.  La Iglesia como institución civilizadora, los valores culturales de la hispanidad, son asuntos centrales de ese libro.  Tal vez por eso no fue eficaz para suscitar amor a la ciudad Primada de América entre todos los grupos sociales que la pueblan.    La Compañía Dominicana de Teléfonos, CODETEL, auspició en 1998 la  publicación de: Santo Domingo Elogio y memoria de la ciudad, un libro lujosamente impreso, redactado por José Chez Checo, Marcio Veloz Maggiolo y Andrés L. Mateo, con esplendidas fotografiás de Julio González.  Es un trabajo magnifico.  La obra incluye cuentos infantiles, debidamente ilustrados, poemas de escritores dominicanos de diversas escuelas, la descripción de conflictos sociales y políticos recientes.  Esta clase de libros puede generar polémicas acerca de la calidad de este o aquel poema, o en lo que atañe a la interpretación de tal o cual paso de nuestra historia.  Pero no hay dudas de que en el mencionado libro podemos encontrar todos los tonos de la ciudad: los barrios pobres y los ricos, la arquitectura religiosa, militar o civil.  La vida colectiva queda reflejada en datos, cifras, fotos, explicaciones, obras de arte.  Para colmo, reproduce a colores ocho ventanas a las cuales, con toda probabilidad, se han asomado otras tantas hembras ventaneras… de quien sabe qué tiempos.

Hace cuarenta años, en la época de carnaval, en la ciudad de Santo Domingo se escenificaban piezas breves de teatro callejero.  Eran estampas de la historia colonial, de las luchas por la independencia política, leyendas indígenas y españolas, africanas o mestizas; con masiva participación popular.  En nuestros días podrían grabarse cassettes de video, mejor elaborados teatralmente, y proyectarse en grandes pantallas colocadas en las plazas más concurridas.  Todas las ciudades necesitan fantasmas, sueños con formas concretas, hologramas tridimensionales que aludan a las ambiciones y esperanzas de sus habitantes, a su historia real o pretendida. No hay mucha diferencia entre el Gólem de los judíos de Praga, la encantadora haitiana de New Orleáns, Marie, la ternera bella, y las inasibles hembras ventaneras de Santo Domingo.  Rosa de Tierra, por ser poema y ser de tierra, podría ponerse en pie – o en ventana -, si se somete a los conjuros de algún rabino; por la proximidad con Haití, tal vez sirva al mismo fin un hechizo de Marie, la ternera bella.  En cualquier caso, seria muy útil que Rosa de Tierra viviera para fomentar el turismo; y hacer de nuestra ciudad una ciudad imprescindible… e inconfundible.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas