Una herencia omnipresente

Una herencia omnipresente

MARIANNE DE TOLENTINO
Cuando se habla de arte del Caribe, el legado de África se destaca como la fuente ancestral por excelencia, una «gran madre nutricia» la califica el historiador y crítico Gerardo Mosquera…. Esa herencia omnipresente varía según las islas, y la sentimos -a veces más que la reconocemos-  en la creación plástica de nuestros artistas.

Se trata de una impronta indirecta, abstracta…. o literaria, pues no se tiene en Santo Domingo la oportunidad de ver exposiciones de África, y tampoco existe aquí un museo de arte africano. Hay solamente algunas piezas en el Faro a Colón.

Excepciones fueron, hace varios años, una exhibición de piezas tradicionales de autenticidad cuestionada en el Museo de Arte Moderno, y recientemente en el marco del Primer Festival Cultural ACP, las  estupendas  propuestas de algunos pintores, escultores y fotógrafos africanos contemporáneos, sin que olvidemos mencionar el impactante «Design made in África». Ahora bien nunca había llegado a Santo Domingo una exposición de la fuerza, la riqueza, la diversidad en la unidad, que caracterizan a «Madre África», desplegada en espacios de la tercera planta del Museo del Hombre Dominicano, con un montaje especial realizado por Reynold Kerr, Geo Ripley y personal de la institución.. Reynold Kerr es el experto y filántropo que, durante décadas, ha reunido esta colección magnífica, consiguiendo esculturas en distintos países de África, en subastas foráneas y otras fuentes de adquisición. Apasionado y altruista, él ha llevado la colección a publicaciones también excelentes -entre ellas  una para niños, y programó un itinerario del cual Santo Domingo es una etapa importante. Privilegio para los visitantes, se complace en guiar e informar personalmente a neófitos maravillados y ávidos de conocimientos etno-antropológicos.

África, progenitora del arte  antillano

Evocándose  a menudo  África como gestora y progenitora del arte  antillano – herencia cultural compartida  con los orígenes amerindios y la colonización europea, no pocos aprehendieron  a «Madre África» como una exposición global, o sea una suerte de maternidad artística a través de la escultura, oriunda del continente negro.

Pero, en el caso presente, no sería más que una interpretación metafórica o  en segundo grado, del contenido de la muestra. Se descubre entonces que se trata de una exposición monotemática, compuesta por piezas escultóricas, representando exclusivamente  la maternidad, la madre con el niño o  la mujer embarazada y futura madre, madre-reina, madre-divinidad o poder sagrado. Las obras, de una calidad fascinante -cada una parece más hermosa que la otra- provienen de la África Subsahariana, y las más antiguas datan de más de 300 años. Cabe señalar, a pesar de que se indaga la fecha probable de realización, el aspecto cronológico no cuenta tanto como en el arte occidental, tampoco el concepto intrínseco de antigüedad. Son las funciones y usos rituales,  que confieren a la creación su valor único.

Luego, las piezas exhibidas proceden de distintas naciones, regiones y etnias, y su clasificación rigurosa forma parte de la investigación y entrega personal de Reynold Kerr. Observamos en la exposición, hasta qué punto las reales-maravillosas e infinitas variaciones, formales y volumétricas, contradicen la opinión a menudo prejuiciada de un arte secular africano global y uniforme, como si no  existiera una pluralidad creadora, morfológica y expresiva en el vastísimo arte de un continente ¡Por cierto el mismo desconocimiento y la tendencia en identificar un sello artístico único imperan en lo relativo al arte moderno y contemporáneo de Africa: lo pudimos comprobar en el Festival Cultural ACP.

La gran mayoría de las esculturas, de tamaños muy distintos, son tallas directas en madera, de autoría anónima, aunque las hay también en metal -bronce y hierro – y en marfil. Impresiona la extraordinaria habilidad desarrollada por cada artesano y artista -siendo ambos oficios indisociables-.  Los elementos testimoniales, surgidos siempre de la fe y la memoria ancestral, culminan en interpretaciones multifacéticas de la maternidad, con un cuidado extremo en los detalles, cuyo significado casi codificado nos escapará sin una explicación experta.

Cada escultura demanda pues una atención prolongada, en torno a las figuras integradas de la madre y el niño: las debemos mirar de frente, de perfil y de espaldas, ya que no hay faceta secundaria. Cuando hablamos del «tronco familiar», aquí toma un sentido real, además de psicológico y afectivo, la progenitora y el hijo siendo tallados en una misma pieza de madera.

  Cobran igual importancia los rasgos del rostro, los contornos y anatomía corporales, la interpretación y posición de los miembros, aun el refinamiento de accesorios de cualquier tipo, los cuales distan absolutamente de cumplir una pura función decorativa. La complejidad de cada pieza, en su realismo, expresionismo y simbolismo conjugados, impide la reducción a una simple mirada de orden estético, difícil de evitar para el contemplador occidental. Solemos buscar el estilo y la belleza como factores primordiales de apreciación.

La Madre africana

El magnífico libro catálogo, editado por Reynold Kerr, además de reproducir las esculturas expuestas acompañadas de exquisitos poemas -un modo de aludir a la poesía visual de las obras-, incluye ensayos que ponderan, en un contexto etno-geográfico, los valores reales y míticos de la mujer, en su calidad privilegiada de dar la vida. El especialista Manuel Jordan escribe:

» Como ícono, una figura de maternidad puede simplemente representar una metáfora de la fertilidad humana y de la continuidad para la familia o para la comunidad. Sin embargo, un relato Lunda muestra cómo relaciones locales pueden dar explicaciones particulares a imágenes familiares..

Del punto de vista de un iniciado, la imagen de una madre y un niño puede proyectar aspectos de la historia y la cultura asociados a fuerzas abstractas, cosmogónicas o cosmológicas. De hecho, para numerosos pueblos de África Central, mujeres, madres, poderes sagrados, y Dios o Creador forman parte conceptualmente de la misma ecuación»

Nos perdonarán la extensión de la cita, pero esta transmite los mensajes comunes a toda la exposición «Madre África», acerca de la supremacía de la mujer en su  condición de madre, que forma un solo bloque con el niño, sea que, siendo colocado el infante por delante, ella lo alimente con sus senos  generosos, sea que, cargándolo en la espalda, ella le enseñe a mirar el mundo. En varias de las piezas, leemos la estatuilla de la madre, más allá de una imagen, como imaginería e ícono: es la madre-sacerdotisa, la madre-reina, dotada de un trono y de atributos zoomórficos del poder.

Las esculturas constituyen prácticamente la totalidad de la exposición, pero el coleccionista y conceptor del evento ha agregado un antiguo pergamino iconográfico copta y un collage de Geo Ripley, centrado en la Virgen de la Altagracia, para significar y simbolizar las conexiones existentes en la humanidad y las diferentes religiones.

Nuestro texto se ha limitado a una mera introducción a «Madre África», que ameritaría varios comentarios y reflexiones. Ahora bien, concluiremos con una recomendación ferviente, la de visitar, en el Museo del Hombre Dominicano, una y otra vez, una excepcional exposición de arte y antropología, de un nivel plástico, una profundidad conceptual y una filosofía existencial admirables.

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