Una historia de muerte y dolor para reflexionar

Una historia de muerte y dolor para reflexionar

Nunca pensé que escribir su nombre tendría que lastimar. Pensando en él, en todos los momentos compartidos, me cuesta creer que haya engrosado la lista de los hombres que han acabado con la vida de sus ex parejas.  Juan Pablo Zabala trabajó durante algunos años en  Hoy.

Quienes lo tratamos jamás hubiéramos pensado que él   protagonizaría una de esas    crónicas rojas que tanto  duelen. Su carácter afable, su educación, su tranquilidad, su cara de bonachón… es difícil reconocer en él a un  asesino. Tampoco es fácil imaginarlo como ese hombre  celoso que le hizo la vida tan miserable a su esposa, Juana Galbert, que ella decidió dejarlo apenas 15 días después de  haberse casado.

Así lo aseguraron  familiares  y  amigas de ella, algunas de las cuales ni siquiera quisieron ir a la boda porque decían que él tenía fama de malo. Tras escuchar  el testimonio de él, quien dijo que cometió el hecho por orgullo y dignidad debido a los comentarios que hacía gente del barrio que le decían que ella andaba con otros hombres, no queda más que concluir que ellas tenían toda la razón. 

Ver este caso nos obliga a pensar en esos hombres que, buenos en apariencia,  esconden a  un monstruo capaz de matar por  celos injustificados (si ella se fue, ya no es su asunto). También en que educamos tan mal que  la dignidad hace que haya gente que se crea  con el derecho de acabar con la vida de su pareja  o  su ex. Como sociedad tenemos que revisarnos. El que cada vez haya más verdugos debe obligarnos a hacer algo. La indiferencia ha costado muchas vidas. ¿Cuántas más deberán perderse en lo adelante?

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