Una industria a proteger

Una industria a proteger

Toda industria debe ser protegida por diferentes razones, pero las que inciden favorablemente en el medio ambiente aún más.

Qué industria favorece más el medio ambiente que las que impliquen utilizar los árboles y en especial los frutales, pero de estos uno muy especial en el país, los cocoteros.

Los cocos son símbolo de una foresta tropical playera o costera, pero es una planta tan noble que se adapta a muchas condiciones agroclimáticas que deben ser aprovechadas en cualquier programa serio de forestación del país.

Ahora bien, que ha o está sucediendo con las plantaciones o mejor dicho la industria del coco en el país. Son varios los factores a indicar, no necesariamente en el orden de prioridad, pero detectamos los siguientes: costo de producción, duración del tiempo requerido para producir económicamente la planta, las plagas y enfermedades, la competencia con otras grasas comestibles o no, los huracanes y entre estos la falta de políticas estatales de fomento del coco y los cocoteros. Una a dos matas de coco por patio rural ayudaría sensiblemente en la reforestación nacional, pero además proveería el agua de coco y en casos de reeducarnos para las grasas comestibles o los dulces que se hagan en el hogar.

Cuando no teníamos tanta tecnología industrial y comercial, en las casas de muchas comunidades se tenía el coco que nos daba la grasa para cocinar. Con la llegada de las botellitas de aceite, pero antes las importaciones subsidiadas y estratégicamente calculadas para los países o el país exportador, así como para favorecer a empresas, empresarios y políticos dominicanos, se fueron perdiendo los incentivos a la producción local de todo, entre estas las del coco.

Si hoy o quizás mañana, una persona quisiera sembrar cocos en su casa por las razones cuales fueran, no encuentra los viveros públicos donde comprar a precios razonables estas plantas que no sean a nivel ornamental. Los gobiernos, el gobierno mejor dicho, debe desarrollar campañas masivas de captar buenas semillas de coco, germinarlos y desarrollar campañas de siembras masivas de esta bella palmera, en adición a la parte comercial a ser fomentada desde pequeñas unidades para producir los cocos de agua, a las plantaciones medianas y grandes para esto o para la industria, pues esta planta tiene tantos usos que si realmente deseamos fomentarla tenemos muchos nichos agroecológicos y los hay en cientos de miles de miles de tarea de tierra. Cuando encontraremos alguien que le diga a los cocoteros como a Lázaro: levántate y anda. Para esto y lo que humildemente creemos que debemos hacer, nos permitimos analizar algunas acciones. Veamos. Lo primero, es reconocer que es un cultivo de mediano a largo plazo para iniciar producción y hacerla de manera rentable.

Segundo, que al país se beneficia indirectamente no solo con su belleza, si no con sus efectos ambientales que cada día son más necesarios, entre estos el amarre del suelo para evitar la pérdida de nuestras tierras donde se les siembra, sea en lomas, llano o costa.

Tercero, que por lo antes expuesto debemos aplicar tecnologías como el abonamiento y protección vegetal, que un productor a los costos actuales de producción y los precios finales de venta de las frutas, no puede afrontar por lo que deben tener la mano amiga de todos vía el Estado.

Un programa de fomento debe contemplar el abastecimiento (donaciones y ventas a bajos precios) de plantas buenas de cocos, pero además de agroinsumos a precios que permitan que el nuevo productor que ingrese en la cococultura o los que ya estén, apliquen abono en cantidades suficientes para que sus plantas pasen de unos 10 a 15 unidades por racimos a dos o tres veces esas cantidades de nueces. Que los programas de fomento del coco no solo son para provincias costeras o turísticas, no, deben ser para todos los lugares donde el coco pueda crecer y hacerlo bien.

Qué mejor planta para una Quisqueya verde que los cocoteros, sin importar que sea el indio criollo, los híbridos o las variedades de frutas pequeñas y casi ornamentales. Además, en lo que crece el coco sembramos otros cultivos.

Qué importa que se inviertan decenas o cientos de millones de pesos forestando racional y efectivamente el país. Algunos dirán que si se va vía gobierno o directamente gobierno no haremos nada o se van los fondos en las brigadas de los correligionarios. Esto parcialmente tiene sentido y razón, pero una solución intermedia y razonablemente acorde con nuestras realidades nacionales serían las siguientes.

Como los agrónomos por razones parcialmente entendibles no van a donde los productores y estos por similares situaciones tampoco van donde los técnicos, propongo una alianza país en el Estado (gobierno-sector privado) que fomente el coco como si fuese un plan de desarrollo urbano, veamos.

Si la SEA, Medio Ambiente, Bagrícola, IAD, entre otras, uniesen voluntades con las universidades del área agropecuaria, ONGs como el CEDAF, JAD, Sur Futuro, FUDECO, FADI, CEPROR, entre otras, para un real plan maestro de fomento de esta u otras plantas, sin lugar a dudas en pocos años otro sería nuestro ambiente y país.

Qué no se puede hacer, quién dijo que no. Solo pongamos la buena política a trabajar y dejemos a un lado el pesimismo o la corruptela. Reitero que alianzas de esta naturaleza son factibles, solo falta la voluntad política de aplicar políticas de fomento.

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