Una inquietud

Una inquietud

Claudio Acosta.

¡Albricias! Ya tenemos una ley  moderna que, entre las principales virtudes que  exhibe, está el haber puesto fin a la aberración de contar con siete entidades con atribuciones para incidir en  el tránsito, pues a partir  de su entrada en vigencia el Instituto de Tránsito Terrestre (Intrant) será el responsable de regular, velar y organizar el transporte en el país. Pero no celebremos antes de tiempo, pues basta salir a la calle, sumergirse en los infernales tapones, en su mayoría provocados por  la mala educación y la imprudencia de gente  obsesionada  por llegar primero a ninguna parte, para darse cuenta de que esa legislación, por mas moderna y amplia  que sea, no será suficiente para poner orden, de un día para otro, al ingobernable caos en que se ha convertido el tránsito en nuestras grandes ciudades. Porque  al igual como ocurre con tantas leyes aprobadas por el Congreso, la  Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial tiene  en su aplicación su primer gran obstáculo, empezando por lo que parece mas  sencillo:   la prohibición a los carros de concho de montar a mas de cuatro pasajeros, o a los  motoconchistas, que no podrán  llevar a mas de un pasajero que deberá usar también casco y nunca podrá ser menor de ocho años.  No peco de  pesimista  si le comento, querido lector, lo difícil que resultará aplicar  esa parte de la ley sin la colaboración de los ciudadanos, que son los que deberían negarse a viajar incómodos e inseguros, y ni hablar de los padres de familia que los conducen,  a los que los agentes de Amet siempre han tratado como si no tuvieran la obligación de cumplir, al igual que el resto  de ciudadanos de este país, con los mandatos de la  ley 231 de Tránsito  sacada de circulación.  ¿Será así también con la nueva?

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