¡Albricias! Ya tenemos una ley moderna que, entre las principales virtudes que exhibe, está el haber puesto fin a la aberración de contar con siete entidades con atribuciones para incidir en el tránsito, pues a partir de su entrada en vigencia el Instituto de Tránsito Terrestre (Intrant) será el responsable de regular, velar y organizar el transporte en el país. Pero no celebremos antes de tiempo, pues basta salir a la calle, sumergirse en los infernales tapones, en su mayoría provocados por la mala educación y la imprudencia de gente obsesionada por llegar primero a ninguna parte, para darse cuenta de que esa legislación, por mas moderna y amplia que sea, no será suficiente para poner orden, de un día para otro, al ingobernable caos en que se ha convertido el tránsito en nuestras grandes ciudades. Porque al igual como ocurre con tantas leyes aprobadas por el Congreso, la Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial tiene en su aplicación su primer gran obstáculo, empezando por lo que parece mas sencillo: la prohibición a los carros de concho de montar a mas de cuatro pasajeros, o a los motoconchistas, que no podrán llevar a mas de un pasajero que deberá usar también casco y nunca podrá ser menor de ocho años. No peco de pesimista si le comento, querido lector, lo difícil que resultará aplicar esa parte de la ley sin la colaboración de los ciudadanos, que son los que deberían negarse a viajar incómodos e inseguros, y ni hablar de los padres de familia que los conducen, a los que los agentes de Amet siempre han tratado como si no tuvieran la obligación de cumplir, al igual que el resto de ciudadanos de este país, con los mandatos de la ley 231 de Tránsito sacada de circulación. ¿Será así también con la nueva?