Una isla, dos pueblos, dos historias

<p>Una isla, dos pueblos, dos historias</p>

M. DARÍO CONTRERAS
Con este título el biogeógrafo Jared Diamond, profesor de la Universidad de California (UCLA) y laureado escritor por su libro “Armas, gérmenes y acero”, ganador del Premio Pulitzer en 1998, nombra el capítulo 11 de su más reciente obra “Colapso: Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen”, Editorial Debate, 2005. Este capítulo tiene como subtítulo “La República Dominicana y Haití” y en el mismo se comparan estas dos sociedades que han compartido la isla de La Española. Diamond nos utiliza de ejemplo viviente para demostrar como la acción del hombre puede influenciar en el desarrollo de los pueblos.

El  caso nuestro es importante porque compara como dos pueblos de una misma pequeña isla han lidiado con sus recursos naturales y medio ambiente, con resultados que están a la vista: Haití considerado como el más pobre de las Américas y la República Dominicana, según el autor, con un ingreso por persona cinco veces mayor que el del haitiano y, además, con 40 años de tradición electoral, sin golpes militares.

La tesis principal de Diamond en Colapso es que los pueblos no pueden darse el lujo de no tomar en serio el medio ambiente en que existen. Y para comprobar su teoría analiza como diversas sociedades alrededor del mundo han fracasado y/o desparecido, al no adoptar la clase de decisiones, duras y difíciles muchas veces, que tienden a conservar y manejar el hábitat en forma respetuosa y armoniosa. Los ejemplos de poblaciones fracasadas abundan, como la colonia noruega de Groenlandia, la desaparición de los habitantes de la Isla de Pascua y el abandono de las ciudades mayas en Centroamérica, entre otros. Como laboratorio viviente toma los ejemplos de Groenlandia y de nuestra isla por la coincidencia de sociedades distintas en el mismo lugar y tiempo. En Groenlandia, los Inuit han logrado sobrevivir hasta el día de hoy, mientras los inmigrantes noruegos fracasaron, y los dominicanos se encuentran en el camino del desarrollo, mientras Haití está de pie por la ayuda extranjera y, en opinión de muchos, sin futuro.

El profesor Diamond señala que mientras Haití tiene apenas el 1% de su superficie cubierta de bosques, la República Dominicana posee un 28% – en realidad, según las últimas cifras del 2003 está en un 33%. Nosotros, según Diamond, tenemos 74 área protegidas  y  contamos con fuertes organizaciones conservacionistas manejadas por nacionales conscientes. El autor, para ilustrar como llegaron estas dos naciones a diferir tanto en su desarrollo económico, político y social, hace un breve recuento histórico, resaltando que la colonia francesa de Haití resultó ser la más rica colonia europea del Nuevo Mundo, contribuyendo con la cuarta parte de la riqueza de Francia, aventajando a su vecino oriental en población, poder y riqueza, lo que le permitió anexar la porción dominicana de la isla en 1844 y gobernarla por 22 años. Haití, sin embargo, había comenzado a declinar a raíz de su cruenta guerra de independencia en la que sus grandes plantaciones de azúcar sufrieron un serio revés con la eliminación de sus amos y la atomización de estas propiedades, amén de las luchas de corte racial entre los propios caudillos negros y mulatos. Esto no impidió que nuestro vecino se ocupara de invadirnos en 6 ocasiones distintas.

Haití, después de su independencia en 1804, prácticamente impidió la inmigración de personas con ideas avanzadas, dado el principio constitucional que impedía a los que no fueran de la raza negra poseer propiedades en ese país. El Santo Domingo español, en cambio, alentó la inmigración de grupos de inmigrantes judíos de Curazao, canarios, libaneses, palestinos,  cubanos, puertorriqueños, alemanes, franceses e italianos, entre otros. Fueron precisamente los cubanos exiliados, como consecuencia de la primera guerra de independencia cubana de 1868-78, que desarrollaron la moderna industria azucarera dominicana.

El profesor Diamond, aun admitiendo las diferencias de carácter material y ambiental entre los dos países, incluyendo las dificultades geopolíticas que enfrentó Haití por ser el primer país de esclavos que se emancipó, le atribuye a los dominicanos no haberse nunca cerrado al exterior y el haber adoptado una serie de disposiciones de protección a su medio ambiente, otorgándole al doctor Joaquín Balaguer el crédito por las valientes medidas que tomó con el cierre de los aserraderos y la militarización del control forestal en su primer gobierno de 1966, además de otras medidas que adoptó en los gobiernos a partir de 1986, como cerrar aserraderos permitidos a operar en el período 1978-86 y realizar operaciones militares contra el corte ilegal, la remoción de invasores en parques nacionales – los Haitises en 1992 – y la creación de áreas protegidas y de leyes tendentes a eliminar nuestra dependencia de los árboles criollos para la construcción y la cocción de alimentos. Diamond desearía que otros gobernantes tuvieran las agallas de Balaguer.

Para concluir, debemos recordar a nuestros lectores que el destino de Haití está íntimamente ligado al de nosotros. La Oficina del Censo estadounidense proyecta que la población haitiana sobrepasará la dominicana por 700,000 habitantes en 2020, sumando entre los dos 23 millones. Algo para ejercitar el pensamiento y la reconocida creatividad del dominicano.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas